lunes, 23 de marzo de 2015

Vamos juntos a desarmar la guerra



En esta hora de definiciones los pobres debemos asumir la guerra no como soldados sino como políticos, en colectivo, creando otras modalidades, entendiendo que en esta guerra los pobres somos el objetivo. Somos la mercancía a destruir. De otra manera el capitalismo no podrá recuperarse, está obligado a ello porque su stock le amenaza con desaparecer rápidamente sus riquezas. Para muestra un botón: apenas 300 personas en el mundo acumulan en su haber 3.000 millones de pobres.

Ya se dijo una vez que la guerra era muy vieja y por eso siempre será nueva; agregamos nosotros: hasta que exista el capitalismo. El objetivo final de los pobres en esta revolución es acabar definitivamente con la guerra-sistema que hace posible la existencia del humanismo. Esto en la medida en que comprendamos la doctrina Chávez, una de las claves creadas por nosotros como clase en estos azarosos años de revolución.

Los pobres como políticos no podemos actuar fuera de la realidad, debemos saber que no se puede diseñar una batalla en el cerebro sin conocer el escenario, sin estudiar el campo de batalla y las fuerzas con que se cuentan; sin conocer o estudiar las fuerzas enemigas, porque estaríamos destinados a ser derrotados.

Si algo demostró Chávez es que no se planteó la derrota como una opción de vida, porque incluso el 4F, en perspectiva, es el inicio de una batalla, es el abreboca de una guerra que está destinada a ser ganada desde el momento que entra en batalla. Una guerra que Chávez estudió con detenimiento durante años de ejercicio de vida en el ejército. En 1992 estudió dentro de la cárcel la realidad que confrontaría. Sale de la cárcel en 1994 y va a la calle, a lo que él llamó las catacumbas del pueblo, a estudiar la geografía nacional e internacional. Porque no sólo estaba estudiando la conducta, el comportamiento, la manera de ser pueblo; lo que buscábamos, lo que pensábamos, lo que soñábamos; sino que también estudió el medio ambiente, lo que ocurre, lo que existe, las calles, los pueblos, las carreteras, las montañas, los ríos, todo eso lo tuvo dentro de su imaginario y como parte de una guerra que se dispuso a desmontar, a desarmar. Una guerra que nunca buscó, ni creó, ni propuso; una guerra producto de la decadencia del sistema; una guerra del miedo, del desespero de la burguesía mundial, de los dueños del mundo.

En ese mismo marco, no olvidemos que Chávez viajó mucho. Antes de ser presidente fue a Cuba, en donde llega a un acuerdo con Fidel, hombre viejo y sabio. Tuvo claro en ese entonces que ya había cumplido su rol histórico como activista político, como conductor al frente de la batalla por otra cultura. Fidel entendió que Chávez representaba, junto con nosotros, el refrescamiento de una revolución, incluso tal y como entiende Fidel la revolución, y como la entendieron los revolucionarios de ese tiempo. Hoy se plantea el hecho revolucionario de una manera radicalmente nueva, totalmente distinta.

Nosotros tenemos que mirar quiénes vamos a ser dentro de veinte años para poder trabajar el presente, para mirar quiénes somos, cómo vamos a ser, qué estamos haciendo, qué vamos a estar haciendo dentro de veinte años. Tenemos que tener una calle, una playa, una montaña, un punto desde el que nos debemos mirar: esa era una condición que tenía Chávez, que veía, preveía. Sabía lo que iba a ocurrir porque lo pensaba, lo imaginaba, no desde el sueño, ni desde el idealismo, la ilusión o la magia, no. Se imaginaba seguramente como presidente, hablando en la ONU, y por eso trabajó, preparó las condiciones, se preparó intelectualmente para esas cosas. Nosotros estamos obligados a imaginarnos para dentro de veinte años, para el futuro. De manera que nuestra tarea la hagamos con el entusiasmo que se requiere, con alegría, con disciplina. Pero por encima de todo con profundo afecto por el territorio, con inmensas ganas de construir el país que soñamos, para que nunca más la tragedia de la guerra y sus asustados promotores habiten este planeta.

Debemos tener conocimiento. ¿Para qué hacemos un dibujo? ¿Para qué sembramos una mata? ¿Para qué ponemos un techo? ¿Por qué un poema? ¿Por qué una canción? ¿En qué momento va a servir eso? ¿Qué sentido tiene hacer una casa hoy? ¿Para qué hago una herramienta? Eso tenemos que tenerlo claro como equipo, como grupo, como clase; no podemos entender la política como antes, que nos llevaban, que nos guiaban ideológicamente. Nosotros tenemos que saber; eso fue lo que hizo Chávez. Estamos seguros de que en ese tiempo en que viajó se reunió con cientos de militares en el mundo, con cientos de diplomáticos, con cientos de líderes. Escuchó, comprendió, recopiló información precisa, clara; pudo entonces elaborar un escenario para el desmontaje, para el desarme de la guerra, para este presente.

Hace veinte, treinta años que lo previó. Muchos criticaron ese empeño en la integración, que por qué tanto viaje, que estaba regalando el petróleo, que por qué tenía que ayudar a los demás. Incluso un sector de los chavistas se dejaba llevar por la trampa mediática y decía “es verdad, hay que concentrarse en resolver los problemas internos”, desconociendo que el enemigo no eran los dueñitos internos y sus mayordomos políticos, sino los dueños del mundo, ninguno vive en Venezuela.

El tipo estaba haciendo política porque sabía que la guerra no la dirigen estos escuálidos de aquí. No hay manera de que los escuálidos nos ganen a nosotros nunca. Quienes crean que estos peleles están dirigiendo la guerra contra nosotros no saben lo que está pasando, no entienden absolutamente nada de política, porque hace muchos años que estos dueñitos fueron derrotados por nosotros y eso lo entendió Chávez hace veinte, treinta años, y por eso se preparó y dispuso las condiciones para lo que ocurriría.

Lo que no preparó Chávez fueron las circunstancias en las que van a suceder los hechos, porque él no puede prever circunstancias, la forma, la manera, en la que ocurren las cosas; pero sí sabía que el imperio cada día se debilitaría más allá de la apariencia de su fortaleza –en aquel momento invadieron Irak–. Si el imperio estuviera fuerte ya hubiera invadido a Irán, a Corea del Norte, a Siria –el caso más ejemplar–, pero no ha podido teniendo de aliado Israel. El Gobierno sirio está derrotándolo, tomándole de nuevo terreno a la coalición mantenida por Europa, Estados Unidos, Arabia Saudita, Turquía y sus mercenarios mantenidos llamado Estado Islámico, un invento imperial para justificar su doctrina del terrorismo, con el cual pueden medio guardar las apariencias cada vez que invaden cualquier país.

Nosotros debemos tener claro que la actuación de los dueños del mundo no es contra nada sino para resolver el problema de su existencia, y para ello requieren imponer definitivamente la doctrina de un solo Gobierno, una sola economía, un solo dueño. Para ello requieren del exterminio de las tres cuartas partes de la población pobre del planeta, porque somos la única mercancía que se autorreproduce y hace mucho tiempo que el stock está lleno. Además, ya sabemos que no es trabajando como la gente se hace rica. En todo el planeta se practica la ética de las élites: robar y rescatar botín.

Cuando Chávez diseñó los escenarios no lo hizo solo. Con él estuvieron posiblemente los chinos, los rusos, los iraníes, la ALBA, la Unasur, Petrocaribe, y todas las otras organizaciones de países que, viendo debilitadas las bases del imperio, buscan un respiro.

Cuando los dueños –de las industrias de la drogadicción (legales o no), armamentísticas, de combustibles, de transporte, mediáticas y financieras– decidan invadir Venezuela posiblemente ya será muy tarde. Podría ocurrir el hecho militar pero no la victoria. Los imperialistas tienen la capacidad bélica, pero no es el tiempo histórico para ello, porque es de nosotros los pobres. No lograrán sus objetivos porque su muerte ya ocurrió, y aún no se han dado cuenta.

El cortejo fúnebre del humanismo hace tiempo lo vimos pasar por este planeta, rumbo al abismo del nunca vuelvo. Hoy sólo quedan sus peligrosos deudos creyendo que pueden revivirlo, y para ello están dispuestos a todo.

Ellos no previeron que América Latina pudiera dejar de ser totalmente lacaya, aun cuando siempre habrá uno que otro presidente sin vocación histórica que se prestará a seguir siendo un lamebotas. Pero la idea del patio trasero ya no será puesta en práctica, los pueblos hemos comprendido nuestro momento histórico. Somos el futuro.

Tenemos que verlo también a lo interno. Hace tiempo hablamos de que la oposición no tiene capacidad para ganar, y no la tiene ni la va a tener. Decimos eso incluso en los términos de la jodedera. Imaginemos a un presidente como el vampiro lácteo, o al monstruo de Ramo Verde, o María Machado: nada más la jodedera, el chalequeo, los tumbaría, la crueldad del chiste nada más los obligaría a renunciar, de lo contrario tendrían que cerrar todos los periódicos, tendrían que convertir esto en una dictadura peor que la de Pinochet o la de Franco en España. No hay manera, porque en esta revolución se desnudó tanto al Estado, al comerciante, al empresario que la parafernalia de la representatividad, el boato de la dueñería, esa imagen de magnificencia, está vuelta trizas. Se ven los hilos, se ven las marionetas y se ve el tipo que las dirige; no tiene nada, no tiene escenario, no tiene tarima, el titiritero se ve dirigiendo a sus marionetas internas y a su vez él también se ve con sus hilos y sus manipuladores externos, todo el mundo lo ve. La gente pasa: ahí está el titiritero, ahí están las marionetas.

No hay manera de que la oposición pueda recuperar el poder a lo interno. Pero no sólo es eso. Además tendrían que derogar completica la Constitución y con ella todas las leyes habilitantes, tendrían que eliminar todas las misiones. Pero peor aún: podrían eliminar todo lo físico existente construido dentro del marco revolucionario. Pero, ¿cómo eliminan el conocimiento, el sentimiento, los afectos despertados en estos años de revolución y transformación? ¿Cómo lo podrán comprar, cómo lo destruirán, con qué otro conocimiento, con qué otro afecto rehabilitarán los resortes éticos del trabajo esclavo que los ha mantenido hasta estos momentos?

Los pobres requerimos entonces ir a la batalla del pensamiento, tenemos la capacidad y la posibilidad de hacerlo, hay que hacer un esfuerzo. Debemos reflexionar la situación internacional, que es donde se está decidiendo realmente la situación de Venezuela, de este conglomerado de gente obstinadamente chavista. Hemos decidido no devolvernos, porque somos los creadores de la historia que nace.

El capitalismo nunca ha tenido patria, no habla de ella. El capitalismo construyó una patria que le servía para venderla, y en nombre de ese nacionalismo invadía, jodía, robaba, asesinaba, pero hoy ya la patria no le sirve a sus intereses económicos. El capitalismo se desnuda: es el petróleo, el oro, la sangre, el sudor, la piel de la gente, lo que siempre le interesó para acumular en forma de riquezas. No podemos ver en la actuación del humanismo o el capitalismo –como se quiera llamar– si es ética o moral, aunque tengan la del robo, el crimen y el saqueo. Sólo los estúpidos creen en el cuentico de hadas de la buena ética, la buena moral y las buenas costumbres de los empresarios y comerciantes. La única patria de los dueños del planeta son sus capitales, por ellos se mueven a los diversos territorios donde mejor le rinden réditos.

En estas batallas, el humanismo-capitalismo está desnudado en su exacta magnitud, aparece como lo que es: un asesino, un saqueador, un ladrón de siete suelas. Públicamente aparece como lo que es: un soberano hijo de su madre guerra.

Los representantes de la oposición en la Asamblea Nacional, después del decreto imperial, dieron la demostración de que no importa dónde se nace a la hora de los intereses; ellos están defendiendo sus intereses y eso no es ideológico ni mágico. La guerra desnuda la realidad. Los señores de esa bancada son y siempre han sido peones o agentes dormidos del capitalismo, y hoy sólo están cumpliendo con su sueldo. Ni se les puede llamar traidores porque el traidor alguna vez amó lo traicionado. Sus debilidades, sus miserias, no les permitieron la dignidad del último aliento por los afectos. Estos miserables jamás han tenido ni tendrán patria, son tan pobres que jamás tendrán algo que les justifique el haber nacido, por qué vivir.

En capitalismo, insistimos, no existe el derecho, todo eso es una falacia. Cuando el capitalismo decide asumir su mierda mata lo que le da la gana, sean niños, tuertos, patulecos, negros, indios, blancos, viejos, mujeres, escuálidos, chavistas, ningún gremio estará a salvo de la ira del humanismo, lo que sea lo va a matar. Si se atraviesa en su camino, si entorpece sus intereses, no va a discriminar. Incluso si un dueño se equivoca también se lo raspan, hasta ahí le llegó el derecho que supuestamente tenía. ¿Quién tiene derecho en el capitalismo? Es libre el que tiene dinero suficiente para pagar un ejército; ese es libre en Venezuela y en la Conchinchina, en Nueva York y en Corea. Estos tipos ni son patriotas, ni cantan himnos, y si lo hacen es por demagogia. Les importa un coño.

Los únicos que podríamos tener un concepto de patria seríamos los pobres, y tendríamos que construirlo, pero no como ese concepto ideológico de patria burguesa nacionalista que nos convida a invadir al otro, a robarlo, a asesinarlo tal y como hoy los imperialistas; en nombre de su patria acumulante, nos amenazan. Fue ese concepto de patria que precisamente violentamos con esta revolución de 1989-4F.

¿Por qué el capitalismo se pone tan furibundo, con una revolución en la que siguen estando la plata, las fábricas, los elementos esenciales del Estado con algunas variantes? ¿Qué es lo que molesta en esencia al capitalismo? Es el concepto pero, ¿cuál concepto se emitió con esta revolución? El de la participación protagónica. También se emitió el concepto de la paz, es decir, el ejército venezolano fue estructurado fundamentalmente sobre la agresión y la defensa, hasta estos últimos años Cuando se planteó de nuevo el ejército bolivariano se le devolvió a su concepto original. ¿Qué propuso Chávez? La esencia de un pueblo en armas. No estaba hablando de un ejército profesional al servicio de quien mejor les pague, que es la doctrina en esencia, y en el caso particular de Venezuela eran venezolanos mercenarios en su propio territorio. Cuál dignidad, cuál honor podían defender estos hombres, cuando su divisa era el dólar y hoy después de doscientos años son seres dignificados y arropados por el fuego de un pueblo digno, que los sabe sus hijos. Son soldados de la patria posible, la que ayudarán a heredar con su esfuerzo, con su entusiasmo, con su fuego de soldado pueblo, de soldado patrio.

¿Por qué? Vamos a ver una razón histórica. El ejército bolivariano duró desde 1811 hasta 1830, y fue el pueblo en armas. Después de allí ocurren una cantidad de guerras de guerrillas, hasta la Guerra Federal en la que Zamora vuelve a rescatar el concepto de pueblo en armas. Luego de la traición de Falcón y la oligarquía continúan las guerritas entre caudillos que terminan en 1908, cuando los gringos toman incluso militarmente a Venezuela para la explotación petrolera y otros minerales. Es una de las intervenciones más limpias que ejecutaron los gringos. Una invasión que duró aproximadamente cien años. La invasión también fue cultural, destruyeron todas las bases anímicas, todo el modelo productivo conuquero, todo lo destruyeron e impusieron el concepto de ciudad en el país. Al lado de eso, construyeron un ejército profesional a imagen y semejanza de los ejércitos europeos o gringos con las mismas características de la agresión y la defensa. Cuando Chávez llega al Gobierno reactiva entonces la doctrina del ejército bolivariano, la doctrina de “el pueblo es el que está en armas”. Chávez, cuando implementa la doctrina bolivariana, ya no la realiza como el ejército de una nación burguesa, sino como una nación solidaria. Es la doctrina de la defensa, ya no en el marco de agredir y defenderse, sino bajo el concepto de la no agresión clara y definida y de la defensa a través de un hecho político que es la paz. Pero la paz en el entendido, no de la burguesía, porque para la burguesía la paz es el momento en que no está la guerra y se disfruta el botín; para nosotros los pobres –y así lo entendía y practicaba Chávez, y ahora Maduro, y todo el directorio revolucionario– es el no golpearse, no joderse; es vivir en otra cultura, la solidaria, la de los juntos, la que hace posible la vida comunal. Pero como vivimos en una cultura de ejércitos agresivos, que son todos los ejércitos burgueses del planeta, porque el único ejército fue el cubano que, como el de Bolívar, salió a liberar y a ayudar pueblos, son los únicos que no salen a descabezar pueblos.

Entendemos que el Gobierno, en función de esos dos elementos –la participación protagónica y la paz– convoca a todo el pueblo en armas, porque la revolución es pacífica, pero armada. También significa todo el pueblo diseñando políticas, todo el pueblo trabajando, produciendo, haciendo lo que tiene que hacer.

Chávez diseña la política de la no violencia, no en los términos de Gandhi, sino en la tenencia del ejército, la administración de la violencia, sin ejercerla. Es una doctrina. Cuando vemos las declaraciones de Maduro y de Diosdado son de firmeza, de que sabemos lo que hacemos y negociamos en nuestros términos. Esa es la gran diferencia de la no violencia de este directorio revolucionario: tener la capacidad de negociar dignamente, rodeados de alacranes, en su propio terreno, sin dejarse aguijonear.

Cuando los empresarios del mundo comenzaron el ejercicio de la diplomacia política no fue por aburrimiento sino porque los mayordomos políticos no les aceleraban sus planes criminales y ellos, ante esa debilidad, decidieron actuar directamente mostrando la verdadera cara del crimen, porque los mayordomos no se las hacían bien, y porque los mayordomos se volvieron dueñitos y empezaron con la administración de su propia platica y comenzaron a salir las vainas mal.

Entonces el dueño pasa a administrar él mismo su vaina y así está actuando el capital hoy a nivel mundial. No está practicando el ejercicio de la política, del engaño, la manipulación, la ideología, ya no está ejerciendo sino la política directa del robo, el crimen y el saqueo. “Esa vaina es mía, no me la toquen, y si me la tocan los escoñeto, se metieron con mis riales, los jodo”; no está analizando que con eso están matándose. Es peligrosísimo el imperio en estas condiciones, pero lo que nosotros tenemos que tener claro es que, así vengan las bombas, así venga la invasión directa, así venga la coñaza, no obtendrán la victoria, porque no los acompaña el tiempo histórico, ya pelaron el pedal de la historia. Hay que prepararse, hay que estar claros de dónde estamos parados, nosotros debemos entender que estamos en tiempos de la guerra impuesta; que hay trincheras, y que posiblemente en algún momento nosotros pasemos a esas trincheras. Ojalá nunca ocurra, pero mientras no pasemos a las trincheras sigamos produciendo el pensamiento, y aun en las trincheras no caigamos en la trampa de la guerra que nos anula como pensantes. Siempre tengamos claro que el tiempo histórico nos es favorable. Por encima de cualquier circunstancia, parafraseando al Comandante, pensemos patria para la otra cultura amable.

No es principio de este pueblo atacar a nadie aunque tenemos la fuerza. Nunca la oposición puede decir que los hemos cayapeado (a menos que considere los votos como garrotes, porque ahí sí es verdad que somos padrotes), no lo pueden decir, no tienen argumento más que su propia mentira, no hay un solo acto de este pueblo que haya mostrado para cayapear a los escuálidos. De ellos sí tenemos expedientes de crímenes, robos, asesinatos, por eso es que ahí no se puede ser blandengue. La del nini es una conducta política que no se puede permitir cuando todo un pueblo está en peligro inminente, bajo amenaza de guerra y menos en una impuesta como ésta.

Siempre debemos pensar. Si no acordémonos de las guarimbas cuando empezaron. Todo estaba tenso porque era inminente la confrontación; si se generaba la pelea, aun ganando, íbamos a perder; porque a los únicos que les interesa la guerra es a los dueños; en ese momento de tensión vimos el despliegue de mujeres policías desarmadas en la plaza Brión de Chacaíto, ellas desarmadas rodeando a los guarimberos: ahí ganamos esa batalla sin disparar un tiro; en la peor circunstancia está la sorpresa de la guerra. Ahí nos dimos cuenta de que en el directorio revolucionario no están unos loquitos ideologizados que se dejan arrastrar a la aventura, sino que hay seres pensando en fundar un país, desde otra perspectiva. No evadieron la guerra que se nos impone, porque asistieron al campo de batalla a desarmar la guerra, con el pensamiento, con la creatividad, actuaron como Chávez, fueron chavistas de pura esencia. Por eso la máxima: soldado que piensa bota la guerra, y en ese acto de guerra lo demostraron, ganaron la batalla sin derramar una gota de sangre. Por eso hay que insistir en la doctrina, lo que dijo Chávez: nos la jugamos con la paz, pero no estamos desarmados, si me tocas me obligas, pero mientras yo pueda evitar que me toques lo voy a hacer.

Lo más fácil de aprender es la guerra, ser soldado es lo más fácil de aprender, eso no tiene dificultad. Los mejores generales no salen de los cuarteles sino de las guerras, se hacen en la guerra. Ésta no es una complicación de la que debamos preocuparnos: de lo que tenemos que preocuparnos es de la política de la guerra: saber quién la elabora, a quién beneficia la política de la guerra, no de quién esté en la batalla. Si nos tocan las trincheras en esta guerra impuesta, estaremos. Pero es el diseño de la guerra la que debe preocuparnos, porque de acuerdo con la doctrina Chávez la guerra debe ser desarmada para que nunca más una gota de sangre proletaria mantenga a la oligarquía mundial ni local.

Así hemos luchado durante dieciséis años y así nos seguiremos manteniendo. Pensar y crear para desarmar la guerra con entusiasmo, el tiempo histórico está de nuestro lado. Los dueños siempre han logrado que los pobres nos dividamos para alistarnos en sus ejércitos. Hoy los pobres debemos pensar y estar más unidos, para nunca más ser soldados de los ricos, para seguir unidos en la patria por crear.

sábado, 28 de febrero de 2015

1989 Lumbre de las Mayorías




En este territorio que gringos y europeos 
saquearon hasta la vergüenza, se gestó mil novecientos ochenta y nueve, 
muestra de la rabia profunda acumulada en quinientos años, 
despertador violento, de quienes nunca más dormiremos, 
Tajante saeta que nos separa para siempre del trabajo esclavo.



"El 27 de febrero de 1989, ya había comenzado el sacudón, el despertar, porque ya teníamos el movimiento revolucionario 200, pero aquel movimiento fue, sorprendido como, casi todo el mundo por, la explosión social del caracazo del venezolanazo  de la rebelión popular del 27 de febrero." 

Comandante Chávez


Todos los meses vinieron
Porque esos nunca se quedan
Pero ese año en Venezuela a finales de febrero
Protagonista fue el pueblo de la rabia y la alegría
La que pone la energía pa’ que la historia despegue
1989 la vida se estremecía

Quebrantamos las vidrieras violentamos los candados
Que nos tenían encerrados cada cual en su miseria
Ese año la pobrera, la negrura, la indieria
El mujerío la hembrería el mismo furor conmueve
1989 lumbre de las mayorías 

Se acabo el pan de piquito estábamos en la calle
Luego el Comandante Chávez iba a cerrar el circuito
Ese 4 tempranito febrero otra vez llegó
noviembre del 92 quien duda que lo promueve
1989 que a Chávez también formó 


Mil novecientos ochenta y nueve, calles revolucionarias, preñadas de sobre salto, 
en cada Santamaría de la propiedad privada una parranda 
y en nosotros la pequeña lumbre de las mayorías soñándose como diseño colectivo. 


Nacimos del sacudón, llámelo usted caracazo
El nombre no viene al caso importa la condición 
De que la revolución estos estremecimientos 
Derivan del sentimiento provienen de esos quereres
1989 partida de nacimiento 

La semilla de los gritos si en colectivo florece
El silencio se convierte en un canto bien bonito
Si argumentamos los ímpetus se asegura el porvenir
Siempre y cuando nos resuene aquel febrero de
1989 también es 13 de abril 


Surgimos de los escombros es decir la decadencia 
La podredumbre burguesa sostenida en nuestros hombros
Pero que maravilloso hoy vamos con sabrosura 
Hacia la nueva cultura nos adentramos alegres
1989 empezó nuestra juntura. 


"No se nos olvida, nuestra generación es una generación hija de los dolores del 27 de febrero de 1989 fue el primer parto."

Presidente obrero Nicolás Maduro


Se acuerdan de la porfía y allí pegan la carrera 
Como a quien pico culebra si nos ve la oligarquía 
Creen que alivian su agonía que los salvará el dinero 
Pero los sepultureros somos aquellos que desde
1989 no nos calamos más dueños

La soga vamos nombrando en la casa del ahorcado
Más vale ignorare en mano que cien saberes volando
Vamos juntos a pensarnos sin credos intelectuales 
Los ombligos ancestrales en aquel momento breve 
1989 partimos con nuestra sangre

Del corazón colectivo construyamos la nación 
Para el mismo corazón no para el capitalismo
Hagamos el socialismo sin ninguna vanidad
Que si aquella realidad es la razón que nos mueve
1989 no debe volver jamás 

No andamos con lloriqueos nuestro chavismo es Maduro
De algo si estamos seguros el capitalismo es feo 
Vamos juntos sin rodeos somos fuerza colectiva
El cerebro nos rechina, los sueños no se detienen 
1989 tiempo que aún no termina.


"Sorpresa mundial se alzo el pueblo venezolano inaugurando la nueva historia"
Comandante Chávez

domingo, 8 de febrero de 2015

El conuco no debe ser una bodega más del humanismo


Proponer la conversa de la cultura conuco como una opción cultural puede parecer (como de hecho ha sucedido) ridículo, risible y fuera de lógica, pero no sólo eso: puede ser aún más descabellado teniendo como parámetros los inmensos avances tecnológicos que ha creado la guerra. Pero al proponerlo como una conversa tenemos la certeza de que miles de propuestas se pueden hacer, unas serias, otras tal vez no, pero todas con cabida en este tiempo histórico donde muere el compendio cultural humanista.

Cuando proponemos la conversa lo hacemos convencidos de que antes muchas otras se han propuesto, lo cierto es que ninguna ha dado en el clavo, ni las que desaparecieron por la fuerza de la evidencia de su no pertinencia, ni las que enfrentaron con todo su heroísmo, sacrificio y martirologio al capitalismo, y entendemos que no fue por falta de voluntad, inteligencia o audacia de los luchadores y pueblos que nos antecedieron, sino por las condiciones materiales en las que se desenvolvieron como sociedad histórica.

Hoy en el marco de esta revolución se nos hace posible pensarla en el sentido de que un sólo sistema y cultura copó al planeta, poniendo en práctica todas las tecnologías, religiones, métodos de ciencia y modelos productivos; todos con éxitos en sus distintos ámbitos, pero inútiles para comprender que el hambre no puede ser infinita en un planeta finito, que no es posible comernos a todo el planeta sin las consecuencias de la desaparición de la especie.

La propuesta de la cultura conuco que hacemos no está masticada, no es una receta: son las inquietudes de un equipo que tiene más interrogantes que certezas, inclusive, el método no está elaborado, debe constituirse en el marco de los haceres que genere la conversa.

Las contradicciones del humanismo le conseguirán su muerte. Es por esto que ocurre una revolución, donde se coloca sobre la hoguera toda la institucionalidad que le hace posible, toda estructura, todo concepto; todo será tocado por la revolución, no quedará nada sin cuestionar.

Toca a nosotros los pobres, como papel histórico, abandonar toda esperanza, toda nostalgia, todo deseo de satisfacer lo perdido o no obtenido en el pasado, dar por terminado el contrato como esclavos sin reclamar retroactividad por el simple hecho de que para obtenerla debemos trabajar más y oxigenar al capitalismo; entendamos que lo perdido, perdido estaba desde entonces. Abandonemos sin ninguna duda al capitalismo, no nos dejemos arrastrar por sus zanahorias de utilería, sus oropeles y marquesinas y dediquémonos a pensar en otra manera de vivir, en donde ni dioses ni dueños, guíen nuestro hacer; donde el conocimiento y la planificación sean una constante de la cultura por pensar, diseñar, construir.

La propuesta de la cultura conuco se sostiene en el entendido de que ella no es posible en el marco del humanismo, por cuanto dos culturas no pueden coincidir en un mismo territorio y tiempo histórico social sin que una someta a la otra, usándola como esclava o subsidiaria, por cuanto una cultura se desarrolla y constituye a partir de su modo de producción, y el modo de producción capitalista, sostén del humanismo, no es posible sin el sometimiento de toda otra cultura, de todo otro modo de producción.

La cultura del conuco pudiera entender la relación con la tierra a la inversa del humanismo, incluso el término "inverso" debe ser discutido en este contexto, porque no somos hijos, no somos hermanos: somos también la naturaleza, una partícula, una especie, un cabello de la naturaleza que somos. El humanismo la entiende en términos militares, lo que se tiene como inerte para ser usada, lo que se controla, lo que se somete y debe obedecer, lo que se domina, lo que se esclaviza y no tiene más valor que el de cambio, la que se usa en función de la acumulación de la riqueza y se le diseña políticamente con ese objeto, es una mercancía más, un hecho económico, un botín objeto del robo y el crimen tal y como ocurre hoy con todo el planeta.

Es una decisión política, siempre la tierra para el humanismo ha sido una mina. La tierra en el capitalismo no está concebida como productora de comida, por el contrario, se le asigna el papel de la ociosidad, cuando no de mina; una decisión política que obliga a la eliminación cultural del ser y lo convierte en alienado, para ser usado por la fábrica, negándole la existencia y convirtiéndolo en pieza de la gran maquinaría capitalista mundial.

Es también una decisión política la tenencia de la tierra. Sólo la obstinación de vivir hace posible que millones de personas en el planeta produzcan comida con el método conuco, en donde la inversión es una unidad energética y se obtiene como mínimo dos unidades, con altísima eficiencia, aún en toda su precariedad, en sitios inhóspitos, de difícil cultivo donde fueron arrinconados indígenas, africanos, asiáticos, todos trabajadores del campo para que el humanismo como terrateniente ocupara las mejores tierras del planeta. El capitalismo en su devenir guerrero se fue alimentando de diversas culturas, quedándose con lo que le servía de cada cultura.


La tierra para el terrateniente en la cultura capitalista no es necesaria para la producción de comida, sino para mantenerla ociosa o produciendo drogas, combustibles y forrajes que contribuyan al sostenimiento tecnológico de la fábrica, pero además les sirve para mantener a los obreros amarrados al tren del aparato fabril por el simple hecho de que si la tierra se usara para producir la cultura necesaria, el aparto de producción sustentado en la explotación desaparecería, en tanto que trabajar la tierra se convierte en un hecho cultural radicalmente distinto a la explotación, pues crearía conocimientos que pondrían al desnudo todo el aparato militar productivo actual.

La cultura del conuco no se debe concebir fuera de la tierra, se debe sustentar en la tierra, fundamentalmente en la biósfera. En la cultura conuco la comida no existiría como mercancía, se vería solamente como energía necesaria de los conuqueros para constituirse como creadores permanentes, en donde la planificación y el conocimiento no sean producto de la prisa, sino consecuencia de la trascendencia del ser, que entendiéndose como ser histórico y memoria colectiva, se asume en el todo, con todos, sin las odiosas separaciones conocidas en el marco de la cultura humanística.

La producción de comida en Venezuela nunca fue diseñada para el autoabastecimiento, siempre fue en función de los intereses transnacionales.

El decrecimiento de la agricultura en Venezuela empezó a partir de 1914 con la aparición de la cultura petrolera. Impuesta por los gringos. Antes de eso toda la actividad económica del país se sustentaba en el campo; claro que siempre en función minera, nunca como soberanía, todo lo que se producía era para la exportación: caña, añil, ganado, café, cacao, otros.

Los conucos del pobre resolvían el hambre de las guerras, pero además sustentaban una cultura marginada que permitía la comida del pobre, la adquisición de su conocimiento, la creación artística, la arquitectura, la producción de sistemas de transporte acuático, resolver las enfermedades, pero, por encima de todo, los constituía éticamente para el desprendimiento.

El pobre sabía que los dueños robaban, que los militares asesinaban, que los políticos eran rapiña, sin embargo el pobre decía "limpio pero honrado, pobre pero digno". Pero con la llegada de la extracción petrolera toda esa cultura fue desapareciendo e imponiéndose la cultura gringa, ordinaria y grosera, que permeó todas las clases sociales hasta llegar a ser este mezclote enfermo que somos y que generó esta revolución que nos permite estudiar y planificar la otra cultura en donde las bases éticas de la cultura conuco nos ayude a constituirnos, a sembrarnos, a ser gente orgullosa de ser de un territorio, que no imita sino que crea, que construye, que vive en armonía con el resto de la naturaleza.

A las transnacionales agroindustriales no les importa si se produce o no comida, a ellos sólo les interesa vender maquinaria, abono, fertilizantes, semillas, equipos, venenos; con eso se encargan de extraer plusvalía a cambio de objetos, sin mayores esfuerzos. La cultura conuco debe crear su propia tecnología, debe saber usar la energía necesaria sin malbaratarla, partiendo del principio de que las energías no se acumulan, sólo se consumen, que nosotros somos, como especie, seres energéticos y por tanto en la medida en que malbaratamos la energía nos malbaratamos.

Un país mina como fue concebido Venezuela no debe producir comida, no está previsto que invierta en producción de comida. En el marco de la revolución estamos obligados a pensar y diseñar no sólo la comida sino también la otra cultura, esto indica ser radicales en el pensamiento y audaces en la acción.

La cultura del conuco no debe repartir ni distribuir riquezas, porque su objetivo no es producirla, no es cierto que porque tengamos más seremos mejores o estaremos más cómodos, por el contrario, mientras más tengamos como cultura más pobres seremos como gente, la cultura conuco no es el humanismo, no se sostiene en las premisas del hambre, el miedo y la ignorancia; es el conocimiento y la planificación colectiva lo que nos sostendrá como sociedad, el pensamiento sustentado en las soluciones mágico religiosas quedará como entelequia en los anaqueles de la historia.

La cultura conuco no debe enfocarse sólo en la producción de comida, sino en la construcción de una forma distinta de vernos como parte de un territorio, donde nos demos la importancia real que tenemos como habitantes del mismo, es la construcción del afecto por un país territorio, ya no más mina.

La cultura conuco no es un método, aunque tendrá uno, la cultura conuco no es una parte del capitalismo, ni su sostén alimentario, la cultura conuco debe ser un todo, es un concepto sustentado en las infinitas variantes de la vida, no se mueve en el mundo estático ni el maniqueísmo religioso de lo bueno y lo malo, visto desde la filosofía que nos indica qué se mueve y qué no, cuando la realidad nos dice lo contrario.

La destrucción de la autoestima de un pueblo mayoritariamente campesino fue parte de la política de desplazamiento del campo a las ciudades. En Venezuela, por ejemplo, no existe un sujeto más ridiculizado, ninguneado y despreciado que la figura del campesino, antiguamente como esclavo y luego como mercancía que sólo debe servir como mecanismo productivo, como generador de plusvalía en el marco de la cultura minera petrolera, que necesitaba de esa mano de obra para sus fines; cultura que impone modos, usos y costumbres a través de su aparato de propaganda, y de sus hechuras físicas, la construcción del Estado, la arquitectura, con sus sistemas de transporte, la imposición de una arquitectura (muchos caseríos de Venezuela a partir de los años 40 fueron quemados para imponer el sistema Portland de construcción basado inicialmente en cabillas, zinc y cemento, y rabia con odio) y la destrucción de otra (sustentada en madera, barro, paja, palma y afecto); así mismo ocurrió con la comida, el calzado, el vestido, la diversión, el arte.

De ahí que el conuco sea visto por cualquier sector político, sin importar su tendencia, como una aberración, y se expresen de la forma tan despectiva como lo hacen. Sin importar qué experimentos de pueblos enteros demostraron que es mentira que la industrialización de la comida sirva para alimentar, a no ser que fuera para dar de comer a ejércitos en el marco y la lógica de la guerra.


Toda la producción de comida del planeta a través de la agroindustria es para sostener al ejército fabril que hace que la fábrica se mantenga en movimiento, nada de la producción de comida a gran escala está diseñada para alimentar, sino para sostener la esclavitud de la fábrica.

La cultura conuco se debe sustentar en la biósfera (capa vegetal), no en la litósfera (subsuelo). Esta especie que somos no surgió de las profundidades, siempre habitó en la biósfera; la cultura por construir debe tomar en cuenta este hecho natural para constituirse conceptualmente, no debemos repetir o seguir los patrones del capitalismo, que como cultura se vio obligada a vivir de la litósfera porque el hambre, el miedo y la ignorancia obligaron a los antiguos a los ataques y defensas, generando una experiencia cultural que ha obligado a pensar única y exclusivamente en los métodos de la guerra como mecanismo de solución a todo problema; no existe en el mundo nada que no se rija por la conceptualidad guerrera, todos los idiomas conocidos y aun existentes están llenos del verbo poderoso.

En este momento revolucionario valoremos las interrogantes, de lo contrario nos quedaremos como los eternos resolvedores de problemas en el mundo mágico, o esperando que el gobierno los resuelva.

Quitémosle lo bucólico al conuco, esa falacia que nos llama a rescatar un conuco de comiquita, bello, precioso, dentro del capitalismo. Entenderlo como un hecho cultural necesario para que la gente sea gente y se pueda sustituir el cadáver del capitalismo.

El capitalismo no se puede combatir. Es la cultura de la guerra; confrontándolo aumentamos sus ingresos, en su lógica siempre lo alimentamos. Lo mantenemos vivo aunque sea entubado.

Ya sabemos que no es el desarrollo industrial, el crecimiento económico, la dependencia de la venta de petróleo, de minerales. Está a la vista que son estafas, que no nos sirven.

Las escuelas, las universidades, la fábrica, todo el andamiaje institucional sólo pueden dar respuestas justificadoras de y para el sostenimiento del capitalismo. No se puede seguir creyendo cuentos de economistas.

Hasta ahora el fantasma del desarrollo, la gran potencia que todos seremos, el crecimiento infinito y la felicidad suprema del capitalismo no son más que mitos; los casos de Francia, Alemania, Japón, Estados Unidos e Inglaterra en su proceso de deterioro (para nombrar los iconos del capitalismo), son la más grande demostración de que este sistema nunca ha sido tranquilo.

La ciudad no produce poesía desde el punto de vista de la ternura; en la ciudad hay grito, rabia, soledad enferma. Odio. En el conuco, en cambio, nadie está sólo.

El indígena y el africano traen un conocimiento ancestral de esta cultura del conuco como una cosmogonía, nosotros no tenemos sino algunos datos de esto, lo demás lo conocemos de la mano del invasor muy plagado de su ideología.

La cultura del conuco se compone de otra ética, que no es la del saqueo y el crimen que nos invadió, por el contrario, nada es desecho, a nadie desprecia. La cultura conuco fortalecerá una ética sustentada en el trabajo no esclavo, que debe ser practicada como conciencia en el colectivo; en el respeto a lo diferente, a lo distinto, una ética del cumplimiento, una ética para la alegría, incluido el llanto, una ética que asuma las mayorías, no para su uso, sino para su desalienación como sujeto político, una ética para lo transparente, una ética que no manipule en nombre de nada ni de nadie, una ética que acepte más allá de la tolerancia, una ética que solucione más allá de las salidas, una ética que no se sustente en "el fin justifica los medios" sino que asuma que fin y medios son parte del devenir; en fin, que se promueva una ética que tenga como norte la vida en su constante andar, sin las odiosas separaciones, una ética donde la compra-venta no sea intermediación de quienes la practican.

El conuco no salva ciudades, se traza en paralelo, como cultura de vida que no desecha, no trafica, no compite, no violenta en autopistas y calles infinitas de basura, drogas y desperdicio.

Somos un pueblo en revolución, con un Estado y un directorio revolucionario favorable a la posibilidad de experimentar; nosotros no podemos darnos el lujo de esperar el absoluto deterioro del capitalismo para ponernos a pensar en la otra cultura, es irresponsable históricamente. Todas las revoluciones anteriores, en nombre del proletariado, no pudieron dar respuestas a la creación de otra cultura por el simple hecho de que en su tiempo histórico, estas discusiones no estaban a la orden del día, porque los dirigentes estaban convencidos de que podían manejar mejor el aparato de producción en nombre de darle de comer a los pobres, darles casas, estudios; no podían entender que los pobres no nacemos, se nos hace.

En este hoy, con el avance de las luchas de los proletarios del mundo, hemos podido comprender en el marco de esta revolución actual que el problema no somos los pobres sino la cultura que nos genera y que en todo caso somos la solución porque estamos en capacidad de crear y diseñar y construir la otra cultura. El conuco no es sólo un modo de producción que nos dé comida, debe ser visto como un sistema global en donde casa, escuela, calzado, vestido, poesía, canto, herramienta, obedecen a necesidades creadas desde el conocimiento y la planificación. El conuco en sí mismo es escuela, trabajo, forma de encuentro; no las provee de forma aislada, esas instituciones como las conocemos no tienen cabida en él.

En política por primera vez en la historia se puede conversar sobre un modo de producción que sustente y se sustente en lo colectivo como un hecho cultural. El signo de esta revolución, la participación protagónica, abre todas las compuertas y brinda todas las posibilidades para avanzar en esta discusión, en este pensamiento y en esta práctica de poder vivir de otra manera más amable que hemos dado plantear como la cultura del conuco.

En el conuco no tiene cabida la diplomacia (la palabra que miente) porque nadie tiene la necesidad de engañar a nadie, no tiene cabida la guerra porque no habrá necesidad de asesinar ni saquear a nadie por el simple hecho de que ese crimen llamado la propiedad privada no es necesaria en donde todos trabajan para todos en el entendido de ser colectivo cultural, y no individuo.

El conuco puede ser una cultura en donde en vez de ser depredadores podemos ser conscientemente reguladores naturales. En el conuco no cabe el robo, ni el crimen. El conuco es un hecho colectivo de un hacer juntos, y con una abundancia que permite comer a todos, sin miedos, hambres o ignorancias.

Es un planteamiento desde y para la clase, aunque nosotros no vivamos en esta cultura del conuco, no debemos ambicionar vivir en ella, aunque no seamos colectivos, somos individuos queriendo aportar a la creación y experimentación que tribute a la misma, somos individuos en revolución, no sólo luchando para evitar que la burguesía se recomponga como clase absolutamente poderosa, sino también juntándonos para pensar, imaginando lo colectivo como dato cultural. El pensar nos mantiene vivos dentro del capitalismo en revolución, porque permite la posibilidad de lo otro, mientras pensamos estamos fuera del capitalismo, cuando dejamos de pensar, nos devolvemos a su rutina, a su costumbre, a su alienación.

El Estado actual, dirigido por el Directorio Revolucionario, debe financiar el proceso de crear pensamiento sin esperar nada a cambio, como no sea el diseño de otra cultura en donde él también se transforma o desaparece, dando paso a otra forma de relacionarnos, donde el estado deje de ser el árbitro de los burgueses y el represor histórico de la clase pobre (para lo cual fue creado hace ya un buen tiempo).

La experimentación permite que en la vida práctica se generen datos desde el hacer, que nos regulan, nos hacen conscientes de que no debemos joder al otro, ni endilgarle nuestro trabajo, hasta que se construya una ética que luego se convierta en un hecho automático que sin pensar se reproduzca esa ética.

El conuco como cultura de creación permanente

Desde la aparición del capitalismo como modo de producción y relación en el planeta han desaparecido millones de culturas, como espacios acuáticos, vegetales, minerales, animales, empobreciendo el entorno de la especie conceptuada como humana, porque la necesidad del capitalismo es expandirse al infinito en un planeta finito.

Una de estas culturas es la cultura del conuco, un modo de producción que no requiere tecnología externa, que aún cuando use energía externa al cuerpo nunca sobrepasará su uso o la malbaratará.

El conuco permite comida y trabajo limpio: su principio es no usar más allá de lo que se necesita para recuperar la inversión de la energía.

En el conuco invertimos una unidad energética y obtenemos dos. En el capitalismo invertimos tres y obtenemos una. Lo que pasa es que en el capitalismo las consecuencias de esa ineficiencia no las paga el dueño, las paga la sociedad y la naturaleza.

El conuco es solidario; el capitalismo, competitivo.

El conuco produce casa, alegría, música, baile, pintura, poesía, escultura, teatro; el capitalismo lo saquea y lo hace mercancía. El conuco jamás se estanca, siempre está naciendo, siempre está en movimiento más allá de la banda ancha. El conuco no va a la guerra.

Las casas del conuco nunca acumularán odio o rabia, jamás se peleará por herencia, la propiedad será una entelequia porque el conuco es por todos y para todos. La cultura del conuco es para el agua y los vientos, para el fuego y la tierra. La cultura del conuco es para que el trabajo no sea esclavo, para que el vestido y el calzado sean una fiesta su hechura.

En el conuco, el hambre, el miedo y la ignorancia no tienen cabida, como hoy, en la cultura capitalista. En el conuco la tecnología no esclaviza, en la cultura del conuco todos los seres tenemos relaciones armónicas, nadie compite con nadie, todos participan, cada quien tiene su lugar, incluidas las piedras y los árboles caídos.

Un país de conuco no le hace falta el amor como trampa para ser nombrado.