lunes, 23 de marzo de 2015

Vamos juntos a desarmar la guerra



En esta hora de definiciones los pobres debemos asumir la guerra no como soldados sino como políticos, en colectivo, creando otras modalidades, entendiendo que en esta guerra los pobres somos el objetivo. Somos la mercancía a destruir. De otra manera el capitalismo no podrá recuperarse, está obligado a ello porque su stock le amenaza con desaparecer rápidamente sus riquezas. Para muestra un botón: apenas 300 personas en el mundo acumulan en su haber 3.000 millones de pobres.

Ya se dijo una vez que la guerra era muy vieja y por eso siempre será nueva; agregamos nosotros: hasta que exista el capitalismo. El objetivo final de los pobres en esta revolución es acabar definitivamente con la guerra-sistema que hace posible la existencia del humanismo. Esto en la medida en que comprendamos la doctrina Chávez, una de las claves creadas por nosotros como clase en estos azarosos años de revolución.

Los pobres como políticos no podemos actuar fuera de la realidad, debemos saber que no se puede diseñar una batalla en el cerebro sin conocer el escenario, sin estudiar el campo de batalla y las fuerzas con que se cuentan; sin conocer o estudiar las fuerzas enemigas, porque estaríamos destinados a ser derrotados.

Si algo demostró Chávez es que no se planteó la derrota como una opción de vida, porque incluso el 4F, en perspectiva, es el inicio de una batalla, es el abreboca de una guerra que está destinada a ser ganada desde el momento que entra en batalla. Una guerra que Chávez estudió con detenimiento durante años de ejercicio de vida en el ejército. En 1992 estudió dentro de la cárcel la realidad que confrontaría. Sale de la cárcel en 1994 y va a la calle, a lo que él llamó las catacumbas del pueblo, a estudiar la geografía nacional e internacional. Porque no sólo estaba estudiando la conducta, el comportamiento, la manera de ser pueblo; lo que buscábamos, lo que pensábamos, lo que soñábamos; sino que también estudió el medio ambiente, lo que ocurre, lo que existe, las calles, los pueblos, las carreteras, las montañas, los ríos, todo eso lo tuvo dentro de su imaginario y como parte de una guerra que se dispuso a desmontar, a desarmar. Una guerra que nunca buscó, ni creó, ni propuso; una guerra producto de la decadencia del sistema; una guerra del miedo, del desespero de la burguesía mundial, de los dueños del mundo.

En ese mismo marco, no olvidemos que Chávez viajó mucho. Antes de ser presidente fue a Cuba, en donde llega a un acuerdo con Fidel, hombre viejo y sabio. Tuvo claro en ese entonces que ya había cumplido su rol histórico como activista político, como conductor al frente de la batalla por otra cultura. Fidel entendió que Chávez representaba, junto con nosotros, el refrescamiento de una revolución, incluso tal y como entiende Fidel la revolución, y como la entendieron los revolucionarios de ese tiempo. Hoy se plantea el hecho revolucionario de una manera radicalmente nueva, totalmente distinta.

Nosotros tenemos que mirar quiénes vamos a ser dentro de veinte años para poder trabajar el presente, para mirar quiénes somos, cómo vamos a ser, qué estamos haciendo, qué vamos a estar haciendo dentro de veinte años. Tenemos que tener una calle, una playa, una montaña, un punto desde el que nos debemos mirar: esa era una condición que tenía Chávez, que veía, preveía. Sabía lo que iba a ocurrir porque lo pensaba, lo imaginaba, no desde el sueño, ni desde el idealismo, la ilusión o la magia, no. Se imaginaba seguramente como presidente, hablando en la ONU, y por eso trabajó, preparó las condiciones, se preparó intelectualmente para esas cosas. Nosotros estamos obligados a imaginarnos para dentro de veinte años, para el futuro. De manera que nuestra tarea la hagamos con el entusiasmo que se requiere, con alegría, con disciplina. Pero por encima de todo con profundo afecto por el territorio, con inmensas ganas de construir el país que soñamos, para que nunca más la tragedia de la guerra y sus asustados promotores habiten este planeta.

Debemos tener conocimiento. ¿Para qué hacemos un dibujo? ¿Para qué sembramos una mata? ¿Para qué ponemos un techo? ¿Por qué un poema? ¿Por qué una canción? ¿En qué momento va a servir eso? ¿Qué sentido tiene hacer una casa hoy? ¿Para qué hago una herramienta? Eso tenemos que tenerlo claro como equipo, como grupo, como clase; no podemos entender la política como antes, que nos llevaban, que nos guiaban ideológicamente. Nosotros tenemos que saber; eso fue lo que hizo Chávez. Estamos seguros de que en ese tiempo en que viajó se reunió con cientos de militares en el mundo, con cientos de diplomáticos, con cientos de líderes. Escuchó, comprendió, recopiló información precisa, clara; pudo entonces elaborar un escenario para el desmontaje, para el desarme de la guerra, para este presente.

Hace veinte, treinta años que lo previó. Muchos criticaron ese empeño en la integración, que por qué tanto viaje, que estaba regalando el petróleo, que por qué tenía que ayudar a los demás. Incluso un sector de los chavistas se dejaba llevar por la trampa mediática y decía “es verdad, hay que concentrarse en resolver los problemas internos”, desconociendo que el enemigo no eran los dueñitos internos y sus mayordomos políticos, sino los dueños del mundo, ninguno vive en Venezuela.

El tipo estaba haciendo política porque sabía que la guerra no la dirigen estos escuálidos de aquí. No hay manera de que los escuálidos nos ganen a nosotros nunca. Quienes crean que estos peleles están dirigiendo la guerra contra nosotros no saben lo que está pasando, no entienden absolutamente nada de política, porque hace muchos años que estos dueñitos fueron derrotados por nosotros y eso lo entendió Chávez hace veinte, treinta años, y por eso se preparó y dispuso las condiciones para lo que ocurriría.

Lo que no preparó Chávez fueron las circunstancias en las que van a suceder los hechos, porque él no puede prever circunstancias, la forma, la manera, en la que ocurren las cosas; pero sí sabía que el imperio cada día se debilitaría más allá de la apariencia de su fortaleza –en aquel momento invadieron Irak–. Si el imperio estuviera fuerte ya hubiera invadido a Irán, a Corea del Norte, a Siria –el caso más ejemplar–, pero no ha podido teniendo de aliado Israel. El Gobierno sirio está derrotándolo, tomándole de nuevo terreno a la coalición mantenida por Europa, Estados Unidos, Arabia Saudita, Turquía y sus mercenarios mantenidos llamado Estado Islámico, un invento imperial para justificar su doctrina del terrorismo, con el cual pueden medio guardar las apariencias cada vez que invaden cualquier país.

Nosotros debemos tener claro que la actuación de los dueños del mundo no es contra nada sino para resolver el problema de su existencia, y para ello requieren imponer definitivamente la doctrina de un solo Gobierno, una sola economía, un solo dueño. Para ello requieren del exterminio de las tres cuartas partes de la población pobre del planeta, porque somos la única mercancía que se autorreproduce y hace mucho tiempo que el stock está lleno. Además, ya sabemos que no es trabajando como la gente se hace rica. En todo el planeta se practica la ética de las élites: robar y rescatar botín.

Cuando Chávez diseñó los escenarios no lo hizo solo. Con él estuvieron posiblemente los chinos, los rusos, los iraníes, la ALBA, la Unasur, Petrocaribe, y todas las otras organizaciones de países que, viendo debilitadas las bases del imperio, buscan un respiro.

Cuando los dueños –de las industrias de la drogadicción (legales o no), armamentísticas, de combustibles, de transporte, mediáticas y financieras– decidan invadir Venezuela posiblemente ya será muy tarde. Podría ocurrir el hecho militar pero no la victoria. Los imperialistas tienen la capacidad bélica, pero no es el tiempo histórico para ello, porque es de nosotros los pobres. No lograrán sus objetivos porque su muerte ya ocurrió, y aún no se han dado cuenta.

El cortejo fúnebre del humanismo hace tiempo lo vimos pasar por este planeta, rumbo al abismo del nunca vuelvo. Hoy sólo quedan sus peligrosos deudos creyendo que pueden revivirlo, y para ello están dispuestos a todo.

Ellos no previeron que América Latina pudiera dejar de ser totalmente lacaya, aun cuando siempre habrá uno que otro presidente sin vocación histórica que se prestará a seguir siendo un lamebotas. Pero la idea del patio trasero ya no será puesta en práctica, los pueblos hemos comprendido nuestro momento histórico. Somos el futuro.

Tenemos que verlo también a lo interno. Hace tiempo hablamos de que la oposición no tiene capacidad para ganar, y no la tiene ni la va a tener. Decimos eso incluso en los términos de la jodedera. Imaginemos a un presidente como el vampiro lácteo, o al monstruo de Ramo Verde, o María Machado: nada más la jodedera, el chalequeo, los tumbaría, la crueldad del chiste nada más los obligaría a renunciar, de lo contrario tendrían que cerrar todos los periódicos, tendrían que convertir esto en una dictadura peor que la de Pinochet o la de Franco en España. No hay manera, porque en esta revolución se desnudó tanto al Estado, al comerciante, al empresario que la parafernalia de la representatividad, el boato de la dueñería, esa imagen de magnificencia, está vuelta trizas. Se ven los hilos, se ven las marionetas y se ve el tipo que las dirige; no tiene nada, no tiene escenario, no tiene tarima, el titiritero se ve dirigiendo a sus marionetas internas y a su vez él también se ve con sus hilos y sus manipuladores externos, todo el mundo lo ve. La gente pasa: ahí está el titiritero, ahí están las marionetas.

No hay manera de que la oposición pueda recuperar el poder a lo interno. Pero no sólo es eso. Además tendrían que derogar completica la Constitución y con ella todas las leyes habilitantes, tendrían que eliminar todas las misiones. Pero peor aún: podrían eliminar todo lo físico existente construido dentro del marco revolucionario. Pero, ¿cómo eliminan el conocimiento, el sentimiento, los afectos despertados en estos años de revolución y transformación? ¿Cómo lo podrán comprar, cómo lo destruirán, con qué otro conocimiento, con qué otro afecto rehabilitarán los resortes éticos del trabajo esclavo que los ha mantenido hasta estos momentos?

Los pobres requerimos entonces ir a la batalla del pensamiento, tenemos la capacidad y la posibilidad de hacerlo, hay que hacer un esfuerzo. Debemos reflexionar la situación internacional, que es donde se está decidiendo realmente la situación de Venezuela, de este conglomerado de gente obstinadamente chavista. Hemos decidido no devolvernos, porque somos los creadores de la historia que nace.

El capitalismo nunca ha tenido patria, no habla de ella. El capitalismo construyó una patria que le servía para venderla, y en nombre de ese nacionalismo invadía, jodía, robaba, asesinaba, pero hoy ya la patria no le sirve a sus intereses económicos. El capitalismo se desnuda: es el petróleo, el oro, la sangre, el sudor, la piel de la gente, lo que siempre le interesó para acumular en forma de riquezas. No podemos ver en la actuación del humanismo o el capitalismo –como se quiera llamar– si es ética o moral, aunque tengan la del robo, el crimen y el saqueo. Sólo los estúpidos creen en el cuentico de hadas de la buena ética, la buena moral y las buenas costumbres de los empresarios y comerciantes. La única patria de los dueños del planeta son sus capitales, por ellos se mueven a los diversos territorios donde mejor le rinden réditos.

En estas batallas, el humanismo-capitalismo está desnudado en su exacta magnitud, aparece como lo que es: un asesino, un saqueador, un ladrón de siete suelas. Públicamente aparece como lo que es: un soberano hijo de su madre guerra.

Los representantes de la oposición en la Asamblea Nacional, después del decreto imperial, dieron la demostración de que no importa dónde se nace a la hora de los intereses; ellos están defendiendo sus intereses y eso no es ideológico ni mágico. La guerra desnuda la realidad. Los señores de esa bancada son y siempre han sido peones o agentes dormidos del capitalismo, y hoy sólo están cumpliendo con su sueldo. Ni se les puede llamar traidores porque el traidor alguna vez amó lo traicionado. Sus debilidades, sus miserias, no les permitieron la dignidad del último aliento por los afectos. Estos miserables jamás han tenido ni tendrán patria, son tan pobres que jamás tendrán algo que les justifique el haber nacido, por qué vivir.

En capitalismo, insistimos, no existe el derecho, todo eso es una falacia. Cuando el capitalismo decide asumir su mierda mata lo que le da la gana, sean niños, tuertos, patulecos, negros, indios, blancos, viejos, mujeres, escuálidos, chavistas, ningún gremio estará a salvo de la ira del humanismo, lo que sea lo va a matar. Si se atraviesa en su camino, si entorpece sus intereses, no va a discriminar. Incluso si un dueño se equivoca también se lo raspan, hasta ahí le llegó el derecho que supuestamente tenía. ¿Quién tiene derecho en el capitalismo? Es libre el que tiene dinero suficiente para pagar un ejército; ese es libre en Venezuela y en la Conchinchina, en Nueva York y en Corea. Estos tipos ni son patriotas, ni cantan himnos, y si lo hacen es por demagogia. Les importa un coño.

Los únicos que podríamos tener un concepto de patria seríamos los pobres, y tendríamos que construirlo, pero no como ese concepto ideológico de patria burguesa nacionalista que nos convida a invadir al otro, a robarlo, a asesinarlo tal y como hoy los imperialistas; en nombre de su patria acumulante, nos amenazan. Fue ese concepto de patria que precisamente violentamos con esta revolución de 1989-4F.

¿Por qué el capitalismo se pone tan furibundo, con una revolución en la que siguen estando la plata, las fábricas, los elementos esenciales del Estado con algunas variantes? ¿Qué es lo que molesta en esencia al capitalismo? Es el concepto pero, ¿cuál concepto se emitió con esta revolución? El de la participación protagónica. También se emitió el concepto de la paz, es decir, el ejército venezolano fue estructurado fundamentalmente sobre la agresión y la defensa, hasta estos últimos años Cuando se planteó de nuevo el ejército bolivariano se le devolvió a su concepto original. ¿Qué propuso Chávez? La esencia de un pueblo en armas. No estaba hablando de un ejército profesional al servicio de quien mejor les pague, que es la doctrina en esencia, y en el caso particular de Venezuela eran venezolanos mercenarios en su propio territorio. Cuál dignidad, cuál honor podían defender estos hombres, cuando su divisa era el dólar y hoy después de doscientos años son seres dignificados y arropados por el fuego de un pueblo digno, que los sabe sus hijos. Son soldados de la patria posible, la que ayudarán a heredar con su esfuerzo, con su entusiasmo, con su fuego de soldado pueblo, de soldado patrio.

¿Por qué? Vamos a ver una razón histórica. El ejército bolivariano duró desde 1811 hasta 1830, y fue el pueblo en armas. Después de allí ocurren una cantidad de guerras de guerrillas, hasta la Guerra Federal en la que Zamora vuelve a rescatar el concepto de pueblo en armas. Luego de la traición de Falcón y la oligarquía continúan las guerritas entre caudillos que terminan en 1908, cuando los gringos toman incluso militarmente a Venezuela para la explotación petrolera y otros minerales. Es una de las intervenciones más limpias que ejecutaron los gringos. Una invasión que duró aproximadamente cien años. La invasión también fue cultural, destruyeron todas las bases anímicas, todo el modelo productivo conuquero, todo lo destruyeron e impusieron el concepto de ciudad en el país. Al lado de eso, construyeron un ejército profesional a imagen y semejanza de los ejércitos europeos o gringos con las mismas características de la agresión y la defensa. Cuando Chávez llega al Gobierno reactiva entonces la doctrina del ejército bolivariano, la doctrina de “el pueblo es el que está en armas”. Chávez, cuando implementa la doctrina bolivariana, ya no la realiza como el ejército de una nación burguesa, sino como una nación solidaria. Es la doctrina de la defensa, ya no en el marco de agredir y defenderse, sino bajo el concepto de la no agresión clara y definida y de la defensa a través de un hecho político que es la paz. Pero la paz en el entendido, no de la burguesía, porque para la burguesía la paz es el momento en que no está la guerra y se disfruta el botín; para nosotros los pobres –y así lo entendía y practicaba Chávez, y ahora Maduro, y todo el directorio revolucionario– es el no golpearse, no joderse; es vivir en otra cultura, la solidaria, la de los juntos, la que hace posible la vida comunal. Pero como vivimos en una cultura de ejércitos agresivos, que son todos los ejércitos burgueses del planeta, porque el único ejército fue el cubano que, como el de Bolívar, salió a liberar y a ayudar pueblos, son los únicos que no salen a descabezar pueblos.

Entendemos que el Gobierno, en función de esos dos elementos –la participación protagónica y la paz– convoca a todo el pueblo en armas, porque la revolución es pacífica, pero armada. También significa todo el pueblo diseñando políticas, todo el pueblo trabajando, produciendo, haciendo lo que tiene que hacer.

Chávez diseña la política de la no violencia, no en los términos de Gandhi, sino en la tenencia del ejército, la administración de la violencia, sin ejercerla. Es una doctrina. Cuando vemos las declaraciones de Maduro y de Diosdado son de firmeza, de que sabemos lo que hacemos y negociamos en nuestros términos. Esa es la gran diferencia de la no violencia de este directorio revolucionario: tener la capacidad de negociar dignamente, rodeados de alacranes, en su propio terreno, sin dejarse aguijonear.

Cuando los empresarios del mundo comenzaron el ejercicio de la diplomacia política no fue por aburrimiento sino porque los mayordomos políticos no les aceleraban sus planes criminales y ellos, ante esa debilidad, decidieron actuar directamente mostrando la verdadera cara del crimen, porque los mayordomos no se las hacían bien, y porque los mayordomos se volvieron dueñitos y empezaron con la administración de su propia platica y comenzaron a salir las vainas mal.

Entonces el dueño pasa a administrar él mismo su vaina y así está actuando el capital hoy a nivel mundial. No está practicando el ejercicio de la política, del engaño, la manipulación, la ideología, ya no está ejerciendo sino la política directa del robo, el crimen y el saqueo. “Esa vaina es mía, no me la toquen, y si me la tocan los escoñeto, se metieron con mis riales, los jodo”; no está analizando que con eso están matándose. Es peligrosísimo el imperio en estas condiciones, pero lo que nosotros tenemos que tener claro es que, así vengan las bombas, así venga la invasión directa, así venga la coñaza, no obtendrán la victoria, porque no los acompaña el tiempo histórico, ya pelaron el pedal de la historia. Hay que prepararse, hay que estar claros de dónde estamos parados, nosotros debemos entender que estamos en tiempos de la guerra impuesta; que hay trincheras, y que posiblemente en algún momento nosotros pasemos a esas trincheras. Ojalá nunca ocurra, pero mientras no pasemos a las trincheras sigamos produciendo el pensamiento, y aun en las trincheras no caigamos en la trampa de la guerra que nos anula como pensantes. Siempre tengamos claro que el tiempo histórico nos es favorable. Por encima de cualquier circunstancia, parafraseando al Comandante, pensemos patria para la otra cultura amable.

No es principio de este pueblo atacar a nadie aunque tenemos la fuerza. Nunca la oposición puede decir que los hemos cayapeado (a menos que considere los votos como garrotes, porque ahí sí es verdad que somos padrotes), no lo pueden decir, no tienen argumento más que su propia mentira, no hay un solo acto de este pueblo que haya mostrado para cayapear a los escuálidos. De ellos sí tenemos expedientes de crímenes, robos, asesinatos, por eso es que ahí no se puede ser blandengue. La del nini es una conducta política que no se puede permitir cuando todo un pueblo está en peligro inminente, bajo amenaza de guerra y menos en una impuesta como ésta.

Siempre debemos pensar. Si no acordémonos de las guarimbas cuando empezaron. Todo estaba tenso porque era inminente la confrontación; si se generaba la pelea, aun ganando, íbamos a perder; porque a los únicos que les interesa la guerra es a los dueños; en ese momento de tensión vimos el despliegue de mujeres policías desarmadas en la plaza Brión de Chacaíto, ellas desarmadas rodeando a los guarimberos: ahí ganamos esa batalla sin disparar un tiro; en la peor circunstancia está la sorpresa de la guerra. Ahí nos dimos cuenta de que en el directorio revolucionario no están unos loquitos ideologizados que se dejan arrastrar a la aventura, sino que hay seres pensando en fundar un país, desde otra perspectiva. No evadieron la guerra que se nos impone, porque asistieron al campo de batalla a desarmar la guerra, con el pensamiento, con la creatividad, actuaron como Chávez, fueron chavistas de pura esencia. Por eso la máxima: soldado que piensa bota la guerra, y en ese acto de guerra lo demostraron, ganaron la batalla sin derramar una gota de sangre. Por eso hay que insistir en la doctrina, lo que dijo Chávez: nos la jugamos con la paz, pero no estamos desarmados, si me tocas me obligas, pero mientras yo pueda evitar que me toques lo voy a hacer.

Lo más fácil de aprender es la guerra, ser soldado es lo más fácil de aprender, eso no tiene dificultad. Los mejores generales no salen de los cuarteles sino de las guerras, se hacen en la guerra. Ésta no es una complicación de la que debamos preocuparnos: de lo que tenemos que preocuparnos es de la política de la guerra: saber quién la elabora, a quién beneficia la política de la guerra, no de quién esté en la batalla. Si nos tocan las trincheras en esta guerra impuesta, estaremos. Pero es el diseño de la guerra la que debe preocuparnos, porque de acuerdo con la doctrina Chávez la guerra debe ser desarmada para que nunca más una gota de sangre proletaria mantenga a la oligarquía mundial ni local.

Así hemos luchado durante dieciséis años y así nos seguiremos manteniendo. Pensar y crear para desarmar la guerra con entusiasmo, el tiempo histórico está de nuestro lado. Los dueños siempre han logrado que los pobres nos dividamos para alistarnos en sus ejércitos. Hoy los pobres debemos pensar y estar más unidos, para nunca más ser soldados de los ricos, para seguir unidos en la patria por crear.