jueves, 31 de julio de 2014

Estallan los esfínteres sociales

En una revolución somos luchadores que defendemos intereses, conceptos, posiciones, que pueden ser históricas o circunstanciales, de clases o gremiales. Pero, en todo caso, lo que tomará valor en el tiempo será el hecho de superar la situación revolucionaria como otra idea, como otro concepto, como otra cultura.

No somos revolucionarios porque lo decidimos, porque lo deseamos, porque lo estudiamos, porque leamos muchos libros escritos por revolucionarios, porque sepamos mucho de arte, porque luchemos toda la vida por una idea, porque nos afiliemos o fundemos tal o cual partido, porque pertenezcamos a un gremio, porque defendamos etnias o géneros o clases. No importa cuánto tiempo duremos en esas prácticas, sea toda la vida, una década, un día, un segundo; no importa honestidad, esfuerzo, valor, dedicación, constancia, obstinación, radicalidad, desprendimiento, orgullo, sencillez, dogmatismo, heterodoxia, ortodoxia, sobriedad, embriaguez, sea de izquierda o derecha, para cualquier lado o extremo, sea arriba o abajo. No importa que seamos soñadores, visionarios, proyectistas, organizadores natos, abnegados, entregados, conjurados, magos, diseñadores; incluyentes, excluyentes, nada, nada de eso nos hace revolucionarios.

Seamos hombres, mujeres, niños, viejos, guerrilleros, brigadistas, obreros, campesinos; ricos, pobres, dueños, esclavos, académicos, intelectuales, poetas, pintores, doctores, profesores, profesionales, universitarios, sindicalistas, gremialistas, deportistas, señoras que lavan, planchan y limpian la basura; guabinosos, rodillentierra, duros, blandengues, frescos, mártires, sacrificados. No importa en cuántos congresos internacionales, nacionales, regionales o locales hayamos participado, cuántos libros hayamos escrito; no importa lo abultado de la hoja de vida que tengamos ni cuánta visita hayamos hecho a países en revolución; no importa cuántos antepasados lo hayan sido o participado en una o muchas revoluciones; no importa cuántos títulos académicos tengamos, cuántos premios ganados, cuántos reconocimientos, nada, nada de eso nos hará revolucionarios.

Ni la capacidad de dirigir, ni la demagogia discursiva, ni la capacidad de convencimiento, ni la ignorancia, ni la inteligencia, ni el carisma, nada absolutamente nada nos hará, ni nos hace, revolucionarios.

Lo único cierto es que nos hacemos revolucionarios cuando irrumpe esa huérfana ignorante sin dueño que todos llamamos revolución, en la que nadie necesita pasaporte para entrar, ni título, ni sabiduría, ni nada, porque todos estamos dentro. Cuando la revolución estalla nos hace revolucionarios a todos de manera automática, querámoslo o no. Esa inmensa catástrofe que en buena hora atropella toda comodidad, toda sabiduría, estremeciendo todos los cimientos que parecían inconmovibles en la sociedad, toda la fuerza de la costumbre, todas las tradiciones, todos sus modos y usos, sometiendo todo lo creado, todo lo establecido, a la inmensa hoguera de sus hechos brutales, sublimes, estúpidos, brillantes, monstruosos, pequeños, grandes, sin sentido, ridículos, criminales, democráticos, dictatoriales, poéticos, pragmáticos, cotidianos, siempre cotidianos, obstinadamente cotidianos, febrilmente reales, todos sin una pisca de magia, sin permiso de nadie, en medio de su realengura y su porque sí.

La revolución, etiquetada de anarquista, comunista, socialista y todos los istas que estén de acuerdo o en desacuerdo con los interesados que en ella intervienen, a favor o en contra, los que la condenan y los que la aman; pero ella no es nada de eso y lo es todo a la vez.

Para todos los nacidos antes que ella, con toda la carga de sabiduría en unos casos y de ignorancia en otros, la revolución es como un paquetico, un contenedor, un hecho mágico, algo que está allá, algo que se busca, algo que se prepara o para lo que hay que prepararse, algo que se estudia, que se ama o se teme o se le hace burlas, se aplaude o se detesta, que está fuera de nosotros, lo que no es parte, lo que es sagrado o hereje según sea el interés de quien alaba o condena, algo que se espera. Y entonces se cree que la revolución es lo que nos salva y lava culpas, lo que viene a protegernos o a destruirnos, es lo que viene a darnos o quitarnos la razón, es lo que se espera, es la vara con que mides o serás medido, es la estaca en el ojo ajeno, sin mirar el aserradero en el propio. Pero la revolución no es nada de eso, aun cuando todo eso se pone de manifiesto en medio de su hacer huracanado.

Ese grito enfermo, ese vómito, ese sangrero, esa pudrición, ese mierdero que nos estalla en plena cara, esa descarga de los esfínteres sociales, ese destaponarse para no morir, nadie lo esperaba, nadie lo deseaba, nadie lo quería, todos esperábamos una simple limpieza, un esconder de nuevo la basura en los rincones oscuros de la casa, todos queríamos esconder los locos, sólo lavar al borracho y ponerle ropa limpia después de un buen regaño típico: "Eso no se hace porque mira lo que pasa". Todos queríamos que nuestras hermanas putas fueran recogidas y guardadas en los burdeles y zonas de tolerancia; que a los drogos, a los asesinos y a los ladrones se les pulieran las cárceles o se desaparecieran por el arte de magia de la limpieza contra los pobres, y establecer nuevas reglas copiadas de las más viejas pero muy eficientes a la hora de la represión, solicitada por todos, incluso por los mismos pobres, que nos enteramos de que somos culpobres (condenados por el sistema) cuando caemos presos.

Pero resulta que en la revolución nos enteramos que el crimen y el robo no estaba en el barrio sino que este era su consecuencia, que los criminales y ladrones son los dueños que controlan todo el poder de las fábricas en la guerra eterna, y que es acabando con el sistema de producción que a diario reproduce esta cultura como se pueden resolver los problemas planteados, porque es la corrupción tal de ese sistema de producción el que genera la revolución. Pero quienes poseen el control de la riqueza no tienen ninguna disposición a dejar de ser dueños y eso hace que todo se complique, que no basten las declaraciones de viva tal o cual cosa, que ninguna fórmula mágica ni receta hará posible el cambio, por el simple hecho de que los dueños y los que ambicionan serlo no están dispuestos a cambiar.

Todos queríamos la revolución por la incomodidad que generaba el no poder mandar a gusto (los dueños) y el no querer dejarse mandar (los pobres), de unos y otros, todos la deseábamos porque creíamos saber qué hacer con los problemas, cómo solucionarlos, teníamos a los culpables, a los corruptos, para cada uno una fórmula, habíamos contabilizado y etiquetado todos los problemas, éramos sabios de una sociedad que nos había construido a su imagen y semejanza, éramos culturalmente poderosos, capitalistas, éramos los humanistas de izquierda o derecha, intelectuales o políticos, artistas, poetas, músicos que queríamos la revolución solamente para quitarle al sistema las malas cosas, para disfrutar de sus mieles lindos y contentos. Pero jamás se nos ocurrió ni se nos pasó por la cabeza un segundo que la revolución no ocurre para cumplirle deseos a nadie, para complacer a nadie, para odiar o amar a nadie, para ser bonita o fea, para ser agradable o desagradable, para arreglarle la plana a nadie, para ser socialista, comunista, anarquista, estalinista, giordanista, navarrista, cayapista, chavista, madurista, diosdadista, escualidista; para aplicar recetas, fórmulas, creencias o manuales. La revolución es y punto. Destruye todos los vitrales, no los remeda, destruye lo que somos, no nos salva.

Esta revolución es la más clara expresión del punto de quiebre de todas las vitrinas de un sistema, de una cultura; se caen los telones, se quitan las máscaras, se mira la realidad tal cual es, en este caso, de la cultura capitalista, sustentada en los valores y principios del humanismo, llevados a todos sus extremos. Una cultura que todos los humanistas avalaron en los hechos, al grado de sublimarlos en los peores horrores, la legalización ética y moral de la guerra y la defensa de la fábrica como máxima expresión de su hechura, todo sin un mea culpa, por el contrario, desde los más moderados de izquierda hasta los más radicales siguen hablando de industrialización, de progreso, de civilización, de desarrollo, de crecimiento; pero jamás han cuestionado su lenguaje poderoso, nunca se han cuestionado su sabiduría, nunca se han preguntado de dónde les vino, el costo y el daño de todo su progreso, todo su desarrollo, sino que la aceptaron como dogma.

Nunca se percataron de que sólo defendieron y avalaron el lenguaje de los dueños llegados de otros mares, ni ideas que expresan y dicen sostener como pilares incólumes les son propias. Como intelectuales han sido irresponsables con sus decires, se han conformado con ser reconocidos como loros académicos, sin reconocer que cada vez que aplicaban esas voces nos hundían como país.

Por eso es que en ella estamos todos, cuestionados con todo y creencias y pensamientos, hechos, valores y principios. En ella todos somos ignorantes, nuestra sabiduría y nuestro orgullo de nada sirven para las respuestas que a diario se nos exige en revolución. Por eso es que no comprendemos cómo un vendedor de arañas de un pueblo remoto del llano llega a ser presidente y que después de muerto lo sustituye un chofer de metrobús. No entendemos cómo siendo lo que hemos sido y somos no dirigimos esta revolución, por qué no se nos hace caso, cómo es que estos chancletudos recién llegados al mundo están dirigiendo y no yo, cómo es que los títulos no se respetan y veneran, cómo es que nuestros discursos no son atendidos y tomados en cuenta como la verdad, cómo es que nuestro pasado y el de nuestros ancestros revolucionarios no son aval para dirigir.

Algo que nos dice esta revolución es que ella no es como la soñamos, como la deseamos, como la planeamos, aunque nos incluye o nos coloca en puestos de dirección en donde todo lo aprendido antes de su irrupción no sirve para dirigir, pero no tenemos la sencillez para reconocer que debemos aprender de esta revolución en su cotidiana emisión de claves y códigos; que ella es como es, sin dogma, sin planes previos y somos los millones y mil millones de revolucionarios de distintos o contrapuestos intereses quienes la navegamos a nuestro antojo, los que nos arremangamos las camisas y enrollamos los pantalones para hundirnos en sus misterios, para descifrar sus enigmas, para diluir las contradicciones en las que se debate la cultura capitalista. Porque hasta que no ocurra la desaparición de dicha cultura, por la confrontación, siempre dolorosa para la gente y la creación de otro concepto, de otro pensamiento, producto de la experimentación, de la equivocación de la ignorancia colectiva, sin la echonería del sabio, la prepotencia del acomodado, la revolución estará presente como tragedia, más aún para aquellos que no quieren cambiar o solo quieren las mieles que ella genera pero sin el piquete de la matacaballo, como dice Gino González en su canción: "No te empatuques de mierda si quieres ver socialismo, ¿tú crees que el capitalismo se marchará sin tragedia?".

En medio de toda la confusión, de toda la angustia, de toda la duda que tenemos los revolucionarios en este momento, algo debe sernos claro: hasta que no generemos otro pensamiento, otra cultura que sustituya la actual, no será posible superar las actuales circunstancias revolucionarias. Mientras tanto intentemos asumir este rol con dignidad, no seamos dogmáticos, no seamos creyentes, no nos trasnochemos con enciclopedias muertas, que nos desvele la idea nueva, que nos incendie ella, pensemos, busquemos en quienes quieren cambiar, nuestro complemento, abandonemos a quienes se aferran al pasado, a quienes quieren perpetuar el presente, a quienes no abandonan la fuerza de la costumbre y la tradición y vamos juntos a la equivocación creativa, a la valoración de la ignorancia como el motor que ha de impulsarnos a la creación, a la generación de otra cultura, donde nunca más la gente tenga que pasar por la larga y dolorosa experiencia de una revolución, porque vivirán para el abrazo colectivo de la vida, único y verdadero destino de los seres.

A menos que usted se crea superior, y que se sepa, sólo la mentira y la verdad absoluta están por encima de la revolución, es decir, nada.

domingo, 6 de julio de 2014

En esta guerra equivocarse juntos no es equivocarse.

En este plano de la revolución entramos en el tiempo de la inestabilidad permanente. Lo inestable será lo estable de ahora en adelante. Debemos aprender a vivirlo en conjunto, como clase, ya que individualmente nadie lo va a soportar. Tenemos que prepararnos, no podemos ir a ninguna batalla solos. Los dueños no permitirán que tranquilamente dejemos de ser sus esclavos, por eso la gran tarea de este tiempo es pensarnos los pobres de otra manera.

La guerra que hoy nos imponen los ricos se acabará cuando dejemos de ser sus soldados. 

Los pobres somos una clase que no se ha pensado nunca y estamos obligados a comunicarnos como clase, desde los intereses históricos que nos corresponde asumir. A juntarnos, a ser iguales como clase, porque es juntos como asumiremos la desagradable pero necesaria tarea de desarmar la guerra: principio y fin de la cultura capitalista. Y hay que aprender a vivir en ese marco, porque no hay otra manera de plantearse el problema en este momento. Ocultarnos la verdad no tiene ningún sentido porque se nos vuelve peligroso.

Las grandes mayorías tenemos que saber que estamos en medio de una guerra que nos impusieron los dueños del planeta, ellos lo saben, nosotros debemos saberlo, porque el antiguo dicho se vuelve de moda: guerra avisada no mata soldado y en este caso todos los pobres del planeta somos los soldados.
El objetivo de esta guerra es que los dueños del planeta necesitan exterminar a las tres cuartas partes de la población para poder mantenerse en el poder, su único objetivo. Y de ahora en adelante viviremos en el marco de esa guerra y vamos a tener que estudiarla diariamente, a cada segundo: ¿cómo prepararnos? ¿Cómo desenvolvernos? ¿Cómo construirnos? ¿Cómo comunicarnos dentro de eso? No hablamos de informarnos sino de comunicarnos, lo cual pasa por organización, trabajo, cómo vivir, cómo creamos los conceptos que nos permitan comprender y asumir este momento histórico. Y tenemos que comunicarnos como gente en el callejón, en la calle, en la escalera, sí tenemos que comunicarnos, debemos reafirmarlo, para que se masifique la idea de desarmar la guerra, es la tarea que nos toca en este momento, cuerpo a cuerpo en la calle, la conversa con todos, el debate entre todos, el periódico para todos, la pancarta juntos, el arte compartido y creado por nosotros.

Tenemos que buscar el lenguaje de la intracultura, la canción campesina, la canción del pescador, el sonido del callejón, esa es la intracultura que tenemos que hacer que florezca en este momento, porque no podemos desbaratar esta guerra con las voces del enemigo, con el canto del enemigo, con la visión y la aspiración del enemigo, con la gestualidad del enemigo, con la forma del enemigo; estamos obligados a fortalecernos con los cantos que vienen de la lejana carencia y que nos han permitido deshacernos de tanto látigo, de tanta humillación, de tanta lágrima, de tanta amargura. Dispongámonos  a crear la otra palabra, la otra cultura, con la alegría, con la invención que nos ha permitido sobrevivir a la tragedia que nos impone, con esta guerra, la cultura capitalista.

La pregunta no es ¿cuánto perdemos como individuos? sino ¿cuánto ganamos como colectivo en esta revolución?

Siempre hablamos con el lenguaje de la guerra

Intentemos hablar, porque hay como una tendencia a no saber lo que estamos obligados a balancear siempre que hacemos algo. Hay una vaina con la que nos jodió arrechamente la cultura del capitalismo: es que nos negamos permanentemente. Ese no existir, ese no nombrarnos nosotros, es lo que hace que no valoremos el trabajo, la acción, el poema que estamos elaborando en medio de la revolución. Hacemos algo, celebramos y al otro día nos dividimos como si eso no se hubiese hecho. Nunca lo analizamos como experiencia favorable.

Desde el 89 hasta hoy, como pueblo y gobierno, hemos realizado muchísimas cosas, pero más ha podido la desmemoria y la propaganda de la cultura capitalista que la realidad. Y es esa desmemoria junto a la propaganda de la cultura capitalista lo que nos impide comprender, por ejemplo, que nunca más, aunque tumbaran al gobierno, los escuálidos podrán gobernar esta patria, por el simple hecho del cambio en la percepción de la realidad que hoy tenemos como pueblo. 

Hagamos el intento cotidiano de la valoración, nosotros estamos obligados, somos protagonistas como pueblo. ¡Es un hecho histórico el del 89, no es cualquier cosa! Estamos quebrando quince mil años de poder en la historia. Le estamos metiendo la uña hasta el fondo a la cultura capitalista. Por primera vez en este planeta los pobres nos reunimos a pensar, no a ser presas de un ejército, no a ser carne de cañón. Eso tiene una valoración impresionante y no lo estamos entendiendo. Pero si eso no lo valoramos nos devolvemos a la invisibilidad de la esclavitud en que hemos vivido, a leer su historia, sus libros, a ver sus imágenes, sus poemas y sus canciones y al final seguir siendo carne de cañón y tinta con la que terminan escribiendo su historia.

Hay que hacer un esfuerzo para que cuando discutamos, construyamos y fortalezcamos la memoria que jamás hemos tenido como pueblo. Cuando se dice: la historia del pueblo venezolano es generales que mandan a matar gente, europeos adueñándose de mares, de ríos y de vainas, gringos llevándose el petróleo, los otros robándose el coltán, el uranio, los otros trayendo tecnología y deteriorando la tierra, eso es lo que está de fondo cuando hablan de nuestra historia y nosotros nos tragamos el cuento de que es verdad, que esa es nuestra historia. Esa es la historia de los dueños y su mina, no de un pueblo y un país ¡No! Historia es la que hagamos y controlemos, la que decidamos. 

Los pobres no controlamos misiles.
¿Cuándo se detiene esta guerra? ¿Cómo se detiene? Por ejemplo, en esta guerra en la que estamos ahorita ¿estamos nosotros imponiendo esta guerra? ¡No! Nos están imponiendo esta guerra y como siempre lo están haciendo desde Europa, porque incluso hasta EEUU pasó a un segundo plano. Son los dueños del planeta los que nos están imponiendo esta guerra.

Ya sabemos que son las transnacionales las que nos están imponiendo esta guerra, independientemente del país de donde la dirigen o creemos que dirigen. Es el sistema que está imponiendo una guerra más. Ahora ¿cómo participar en el marco de esa guerra que no sea como carne de cañón? Pues si tenemos conocimientos de que nos están imponiendo una  guerra, debemos planificar cómo participar. Porque ahí sí sería nuestra decisión. Ahí es donde tenemos que definir qué hacemos. Sin morder el peine de los dueños para obligarnos a combatir en su guerra.

Muchos de los que nos llamamos revolucionarios no nos damos cuenta cuánto servicio le hemos prestado de gratis a los dueños del planeta por nuestro miedo disfrazado de “valentía” y “radicalidad” revolucionaria, afortunadamente sin ningún soldado que nos siga; sin entender lo irresponsable que podemos ser cuando escribimos, por nuestro desespero, por querer acabar rápido con la situación, pero sin intentar crear nada en ese marco, sin reunirnos con nadie, pretendiendo ser los comandantes internet, exigiéndole al gobierno que haga la tarea que nos corresponde, cuando el gobierno está empeñado responsablemente en la suya.

Pero cuántos nos hemos preguntado ¿por qué no conocemos la historia? por ejemplo, que millones y millones de obreros y campesinos de este planeta hemos servido de carne de cañón de todas las guerras y todas han sido guerras sustentadas ideológicamente en la justicia, todas guerras dirigidas por personas muy buenas y altruistas, personas de altos ideales y de intereses superiores, en nombre de la humanidad, siempre supuestamente para favorecernos. Nosotros no nos hemos preguntado eso. 

Nunca nos damos cuenta que después de cada guerra los dueños acumulan más riquezas. Todos sabemos que cuando los pobres vamos a la guerra arrasamos con todo, pero no preguntamos ¿quién hace la escopeta con la que disparamos? ¿Quién hace la bomba? ¿El avión? ¿De quién es el misil? ¿Quiénes son realmente los dueños de la guerra?

Claro que provoca salir a disparar, porque el miedo no es fácil soportarlo, el miedo hace que matemos y nos maten, el miedo hace que generemos odio y nos convirtamos en valientes, huyendo hacia el enemigo y eso lo saben los dueños de la guerra, que a fin de cuenta son los dueños del planeta.

Nos toca pensar. La rabia, el odio no nos sirven, el odio y la rabia nos convierten en carne de cañón, porque así como disparamos nos dispararán. Eso es muerto para allá y muerto para acá, indistintamente del bando, siempre los pobres seremos los muertos. Porque nosotros con una ametralladora no le daremos al que está dirigiendo la guerra desde sus mansiones, los pobres no controlamos misiles.

La disyuntiva de nosotros como clase es pensarnos o nos siguen matando y usando como esclavos.

Estamos obligados a decidir en este momento histórico. O seguimos siendo esclavos o eliminamos las condiciones que nos producen como tales.
 Equivocarse juntos no es equivocarse

Crear una opción en el ámbito de la guerra que pueda desarmarla, una opción política que esté por encima de la política tradicional, la del palabrerío demagógico por un lado y la confrontación de choque por otro. Una opción política distinta a esto es lo que nos está proponiendo la actual situación revolucionaria, porque en las acciones del gobierno no se está hablando de pacifismo, de que no se está combatiendo, ni de que no vamos a combatir, ¡no! El gobierno nos está diciendo que hay que aprender a combatir de manera distinta para no seguir siendo carne de cañón. ¿Por qué nos dice eso? Porque la guerra, por guerra misma, dentro de su antigüedad siempre será nueva, dijeron los estudiosos de la guerra desde siempre, desde Sun Tzu para acá. Y por tal nueva, tenemos que comprenderla y entenderla. Sí, las guerras siempre tendrán ejército, matarán gente, sí, eso es verdad, pero esta guerra tiene algo distinto y es que una parte de los combatientes tenemos la necesidad histórica de desaparecer como clase, de dejar de ser esclavos y debemos hacerlo desde el conocimiento: somos los pobres sabiendo que con nuestra desaparición desaparecerá la cultura capitalista que nos convierte en dueños y esclavos en medio de una férrea dictadura mundial.

¿Qué debemos potenciar en este momento? Estamos obligados a potenciar esas claves que está produciendo esta Revolución en el planeta. Eso es lo que estamos obligados a potenciar y eso es lo que estamos obligados a estudiar, a investigar, a experimentar, a decirnos como clase. ¿Que continuarán las bajas desde la clase? ¡Por supuesto! ¿Que habrá mercenarios y carros bombas? ¿Y va a seguir habiendo atentados y van a volar puentes? ¿Francotiradores? ¡Sí! todo eso habrá y debemos aprender a desarmar todas esas situaciones en la medida en que estemos alertas. Estudiemos las situaciones, busquemos organizarnos creativamente desde el trabajo, juntos y elaboremos métodos colectivos para diluir las causas y no conformarnos.

Hay que combatir en el marco de cada situación, no en el marco tradicional y nos dice la realidad que es desarmando la guerra que ella se gana para nosotros. No para ellos. Para ellos la guerra la ganan cuando gastan municiones, uniformes, cuando gastan fusiles, cañones, misiles.

Cuando ponen a funcionar su maquinaria productiva, cuando nos asesinan como mercancía de desecho. Ahí ganan ellos la guerra. Porque a ellos no les interesa quién pierde, porque igual los muertos somos pobres de bando y bando, no les importa quiénes mueran en esa guerra, ni cuántos, les sabe a mierda cuántos pobres engrosamos las estadísticas fatídicas, porque siempre hemos sido un número para el capitalismo, bien sea como mercancía productiva en la fábrica, como soldados, como mercancía en desuso o como daño colateral.
Siempre seremos una estadística para la cultura capitalista. Porque los pobres vamos a estar en aquel y en este bando. Ellos siempre ganarán la guerra. ¿Cómo nosotros vamos a ganar la guerra? Cuando la desarmemos, cuando aprendamos a desarmar la guerra. Chávez lo entendió desde un principio y fortaleció esto para nosotros poder pensarnos.

Seamos uno con el directorio revolucionario, no podemos equivocarnos. Equivocarse juntos no es equivocarse.

La guerra nuestra de cada día

La guerra,  la guerra. Para ella las plazas y las avenidas, para ella los mares y los ríos, las montañas, valles y sabanas, para ella la gente, los demás animales, minerales y árboles, para ella las bibliotecas y los museos, para ella los alimentos y el conocimiento. No hay nada en la organización de la cultura capitalista que no esté atravesado por la guerra, que no sea y pertenezca a la guerra, sus religiones, su aparato escolar, su maquinaria de salud, su arte, su deporte, su comida, todo absolutamente todo es una derivación de la guerra, es un servicio de la guerra.

Veamos el lenguaje: competir, combatir, atacar, disciplinar, formar, ordenar, avanzar, enfrentar, superar, tomar, someter, invadir, alinear y muchísimas otras expresiones son usadas en todos los haceres cotidianos de la cultura capitalista, sin que nos preocupemos en cuestionarlos. Tal vez, si nos preocupáramos un poco en un ejercicio, agregaríamos muchos otros vocablos y comprenderíamos mejor de lo que hablamos.
Observemos las construcciones, la arquitectura de la guerra: urbanizaciones, escuelas, cuarteles, manicomios, cárceles, cementerios, todas imitaciones de las fábricas, que no es otra cosa que la organización de la guerra en la cultura capitalista. También lo conseguimos en el transporte, en la siembra masiva o monocultivo, en la pesca industrial, en todo está la guerra.

Y donde la guerra es nuestra arepa de cada día es en la fábrica, el perfecto cuartel en donde diariamente los dueños rescatan el botín llamado plusvalía. Donde millones de mujeres y hombres, esclavos soldados, somos exprimidos, heridos y dados de baja cotidianamente. Las fábricas son las mayores productoras de muertos que jamás guerra tradicional alguna haya producido, ni siquiera las dieciochomil cruentas guerras en la historia de la tragedia ha producido la cantidad de muertos, heridos, discapacitados y dados de baja como lo ha hecho la fábrica.

La fábrica justificada por el humanismo es la perfecta maquinaria de guerra que los trabajadores tenemos, como decisión política en medio de una revolución, que abandonar, para pensar otra cultura donde ella no sea posible. No temamos conversar o pensar, seamos radicales en el pensamiento y audaces en la acción.

La cultura de la guerra no puede ser más la manera de vivir. Vamos juntos a diluir el odio.

Y para eso debemos comprender el odio, diluir el odio hasta que él pueda desaparecer en la discusión, en la acción, en la generación de otra cultura, no en el discurso contrapuesto de guerrero pacífico. Algunos piensan que eso de diluir el odio es mágico. Pero más mágico es pensar que en el marco de la guerra los pobres podamos ganar. Hay otros que piensan que diluir el odio es poner la otra mejilla y no comprenden que de lo que se trata es de otra manera de combatir, en donde la creación, la inventiva de todo un pueblo debe ser puesta en práctica: ya no es la lucha dirigida por representantes sino la participación protagónica de nosotros para desmontar la cultura del capitalismo y eso requiere un esfuerzo intelectual que no puede asumirse individualmente sino colectivamente, porque las claves de esta revolución están en el hacer colectivo.

jueves, 3 de julio de 2014

GUERRA, PODER Y FÁBRICA: TRÁGICA TRINIDAD

Dios y el botín

El objetivo del poder es obtener botín, pequeño o grande, sea comida, ropa, armas, herramientas, territorio, símbolos, conocimientos, gente, agua, minerales.

Su construcción histórica ha pasado por distintas modalidades, desde el arrebatón descarado, el trueque o diplomacia del sometimiento compulsivo, hasta la refinación de la diplomacia del mercado, que legaliza y regulariza la razón de la fuerza que impone quién compra y qué compra. Todo ello sostenido en el crimen.


Lo que hace que se constituya el poder es la mezcla del hambre, el miedo y la ignorancia. Esa complejidad que creó el atraco directo en aquellos tiempos, arrebatarle al otro, quitarle el botín a los tipos y salir corriendo y ya no importa si lo mataba o no lo mataba, hasta complejizar eso, llegar a hacer conciencia de que si lo dejé vivo y después tengo que matarlo. La complejidad de los ejércitos, la aparición de los estados, pasar por distintas formas de ser dueño en esos complejos procesos, como el esclavismo, el feudalismo, hasta llegar a la perfección del poder burgués que es cuando se constituye la fábrica.

El arte de la guerra, la más brutal de todas las violencias para acumular y ostentar poder y beneficio, es en toda la historia el instrumento para desarrollar esto que llamamos ciencia, tecnología, civilización, progreso, crecimiento, glamur, decencia, refinamiento, arte, resumido todo en un concepto llamado humanismo; con la fábrica como su máxima coronación, como su principal y perfecto logro. Invadir de manera permanente al cuerpo natural.

Los anteriores sistemas o modos de producción que la guerra generó (todos sistemas de sometimiento), fueron circunstanciales. No era una esclavitud concebida como permanente ni eterna. Era sólo un producto de la guerra, una consecuencia más, como el incendio o la muerte de las personas. Porque quienes tenían el poder, su único interés era buscar y disfrutar el botín hasta que llegaba otra gente y le quitaba el botín y los instrumentos para obtener uno nuevo, era un ir y venir, un devenir histórico en el marco de la tragedia. Pero eso se fue complejizando, fue creando pensamiento, fue creando filosofía y cuando se llega la época de lo que llamaron la acumulación primaria de capital, ya para ese momento había todo un pensamiento constituido, una experimentación, un conocimiento y es cuando comienza a hablarse de lo humano como una realidad: las guerras ya no estaban justificadas en dios, en divinidades, en suertes, en destinos, sino que ya comenzó la guerra a tener un sentido más particular y es cuando aparece esa clase sustentada en un concepto que es el humanismo, que se propone ser perpetuo en la historia, lograr ser dios definitivamente. 

El reparto

Es cuando aparece lo humano como concepto, es decir, yo mismo me dirijo, yo mismo me mando y se crean todos unos parámetros sobre esa vaina, parámetros filosóficos, éticos, morales, estéticos y ese concepto expresa toda una complejidad que ya venía andando en la historia, que es la constitución de grandes ejércitos y esos grandes ejércitos necesitaban asentamiento permanente y esos asentamientos permanentes terminaron constituyéndose en ciudades y esas ciudades requirieron de leyes específicas, aparecen las fronteras, aparece hacia 1500 el primer reparto oficial del mundo entre los dos grandes imperios. 

El famoso tratado de Tordesillas y todo especificado en el mapamundi. Y en la medida en que eso va adquiriendo desarrollo, va apareciendo un aparato de producción estable, este aparato de producción es el capitalismo, es el modo de producción capitalista que está sustentado en el concentrar las fuerzas en un solo punto específico y eso debía ser protegido de manera permanente. 

Entonces las cárceles comienzan a hacerse permanentes, los manicomios, la escuela, los cementerios. De hecho, no existía la cárcel como concepto hasta entonces, puede que existieran las mazmorras, lugares de aislamiento pero no de disciplinar. Como concepto disciplinario la cárcel surge en el marco del capitalismo. Al igual que la escuela y todas las demás instituciones que nos preparan para la fábrica. No tenían ese objetivo, ese objetivo comienza es cuando aparecen las necesidades de la fábrica, de tener el cuerpo de la gente permanentemente, es cuando se sabe que el cuerpo produce riquezas. Entonces comienza un proceso de disciplinamiento a través de la escuela y ese proceso va a generar un individuo disciplinado, obediente, estable, permanente que es el obrero, surge el esclavo moderno que es el obrero. Somos nosotros que comenzamos a aparecer, en medio de un saqueo sistematizado.

El cuerpo como botín


La conclusión a la que llegamos, no sabemos de qué manera lo pudieron haber expresado los pensadores burgueses, pero cuando resumimos después de algunas lecturas de Marx y de percepciones que hemos ido teniendo, en conversaciones y también por el hecho de que a la final hemos sido trabajadores en la fábrica, llegamos a comprender, que el objetivo definitivo de toda violencia estaba en el cuerpo mismo de la gente, la macro violencia está dirigida al cuerpo de la gente, al cuerpo del esclavo. En la complejidad histórica de su construcción como clase poderosa, los burgueses descubren que la riqueza no estaba en el territorio, en el río, en el mar, en la mina, estaba en la gente que podía transformar otras energías y materias primas en riquezas acumulables. 

Estas definiciones son muy modernas, no son de esa época. Para cuando Carlos Marx, define, desnuda al capitalismo como un sistema de características radicalmente distintas a los anteriores, ya el capitalismo había pasado por la acumulación primaria de capitales, se había robado el conocimiento del lejano y medio oriente, ya se había tragado a África y América con todo y gente, ya era dueño del mundo entero, ya se había impuesto en su totalidad, los métodos de saqueo, robo y crimen estaban justificados ya no en nombre de dios, sino en nombre del humanismo, de la ciencia, del arte, del progreso, de la civilización, de la libertad, igualdad y fraternidad.

Pero lo que se descubre en los análisis que hace Marx es que la riqueza no estaba en los territorios, no estaba en el combustible, no estaba en la energía fósil o la energía eólica o en la energía solar o la energía hídrica, estaba en la energía endosomática. Las conclusiones a las que llegamos, que es lo que estamos tratando de plantear, es que toda esa historia de violencia, al final, convirtió a la gente en el objetivo de la guerra permanente, que no es otro que la obtención del botín, es por ello que la fábrica es su más perfecta maquinaria. En los inicios de la guerra, nosotros no éramos su objetivo, la gente no era buscada para joderla sino para quitarle lo que tenía, para quitarle el oro, para quitarle la tierra, para quitarle los cochinos, las gallinas, para quitarle el botín. Claro está, la gente no se dejaba y eso producía la muerte como una consecuencia pero no como objetivo.

Si en ese control, el territorio tenía oro, tenía hierro tenia perlas, lo que fuera, entonces se instalaban ahí y usaban a la gente como esclavo, pero nunca se pensó que el esclavo producía riqueza, sino que el esclavo trabajaba la obtención de la perla y con la perla es que yo compraba, porque se creía que la riqueza era el objeto en sí mismo o la tierra.

Con el oro era que yo transformaba o hacía armas, la gente no estaba metida como un generador energético o como una energía que producía riqueza, imaginamos que hacia 1800, se comienza a hablar de esas vainas. Para entonces ya la fábrica está constituida como una productora de riqueza. Ya ha concentrado territorio, materia prima y gente en una sola dinámica, la guerra se ha transmutado, ya todo le sirve, no hay desperdicio, se puede obtener la riqueza desde cualquier parte del planeta sin grandes riesgos, los períodos de disfrute del botín se alargaron para el dueño, aunque las consecuencias violentas de la guerra sean permanentes para nosotros los esclavos. Ya la guerra no es un instrumento para obtener riqueza sino que ella la produce directamente.

La fábrica un complejo militar


Al aparecer el ser como productor de riqueza, entonces la fábrica nos volvió objetivo militar, desde su aparición.

La fábrica es un complejo militar que resume la gran violencia acumulada. La cultura capitalista es el resumen o la acumulación de toda la violencia que durante milenios las culturas guerreras amalgamaron hasta volverla necesidad en el cuerpo natural.

Ahora podemos entender que la violencia actual se ha refinado, es un arte, es un hecho jurídico, una razón filosófica, una virtud humana. Ya no es un tipo que atraca, esos son los inicios, un tipo que le da un coñazo, un palazo a otro y le quita el botín, entonces ese principio antiquísimo queda en el tiempo actual en manos de los más pobres, queda en la pistola, el chuzo, el hachazo del atracador y el atracado, en el cuento de las millones de veces en que nos estafamos los pobres unos a otros repitiendo en infinito la violencia de la supervivencia pero que jamás se complejizará al punto de serle un sustituto al sistema, sino cuando mucho un complemento. Incluso esa misma violencia que ejercemos los pobres hoy en día, la del arrebatón, el coñazo, el puñaleo, al igual que cualquier otra, tiene su origen, su dato primario en el robo de la fuerza de trabajo, que es la fábrica, el empleo. 

Fábrica y guerra

El capitalismo absorvió todo, controló todo y se constituyó en causa, raíz de esta cultura que somos.    

Eso va ocurriendo en el marco de la misma guerra pero no es una particularidad mecánica. Ocurre en términos prácticos y se va complejizando, se va sistematizando la experiencia y luego se va aplicando en mayores escalas, en la medida en que eso va progresando.

Entonces, el objetivo final de toda guerra, de toda violencia es extraer el botín, eso hay que tenerlo claro que siempre va a ser así. El cuerpo es el portador del botín y es el cuerpo de donde se extrae. Ahora ¿Cómo lo extraigo? ¿Cómo legalizo ese robo? Tengo que generar una legalidad política, tengo que crear una jurisdicción, sentar jurisprudencia que me legalice ese robo del cuerpo y es cuando se crean todos los marcos del trabajo y el capital. Entonces el botín se llama plusvalía, término que se deriva después de complejas maniobras y explicaciones económicas que justifican el robo.

¿Por qué nosotros somos el objetivo militar inmediato? Porque ese sistema termina siempre colapsando. El mecanismo de producción masiva de riqueza, de extracción de botín, termina colapsando, como ha pasado otras veces. Las crisis periódicas del capitalismo. El sistema siempre genera un exceso de mercancía.

Esa producción de riqueza va a generar siempre un exceso de mercancía y nosotros somos la mercancía más importante, porque somos la mercancía que produce la riqueza, pero a su vez somos una mercancía viva que se reproduce a sí misma. Para cualquier capitalista sería una vaina de pinga que si yo extraigo riqueza de tí y tú te reproduces, nada tengo que invertir en tí, que vaina tan de pinga pareciera ser. Pero si genera crisis el stock de mercancía muerta ¿cómo no va a crear crisis una mercancía que se reproduce y que está obligada a consumir combustible para poder reproducirse?, ¿de dónde se alimenta sino de la riqueza que produce?

La pobreza crece siempre exponencialmente y la riqueza no.


Es aquí cuando surge la necesidad de eliminar las 3/4 partes de la población. ¿Eso es nuevo? No. La claridad de que eso había que hacerlo viene de 1800, 1800 y tanto. Con un cura inglés que se llamó Malthus, que es el que habla de esa exponencialidad y por tanto los pobres debíamos ser eliminados.

De hecho, para estos intelectuales, para estos burgueses, los pobres no tenemos existencia, somos una mercancía. Y si eliminan carro ¿por qué no pueden eliminar gente? teniendo un mecanismo legalizado que es la guerra.

Hace 100 años, tal vez las guerras seguían siendo por apropiación de territorios y botines. Pero cuando el cuerpo se vuelve el botín, se convierte en objetivo militar directo, en este caso, porque como mercancía viva que es, se reproduce, consume riqueza y se hace una amenaza para la acumulación de dicha riqueza para los dueños del planeta.

De hecho el consumo empieza a superar la producción y el robo se hace masivo. El consumo no sustituye a la fábrica, solo que no se puede mantener un ejército que no genere botín (porque se lo consume). A finales del siglo 19, iniciando el 20, ya los intelectuales burgueses sabían que esa mierda iba para un stock y por eso crearon una vaina que se llamó la ley antimonopolio para evitar la concentración de la riqueza en una sola mano. Pero la dinámica de la producción no podía detenerse, entonces lo que había que hacer era eliminar mercancía muerta (que no se reproduce). Pero en esa primera guerra mundial no sólo se eliminó mercancía muerta, sino también mercancía viva (que se reproduce), se eliminó gente y las guerras pasaron de los lejanos campos, de colinas, de las cabezas de playas, orillas de ríos, a pelearse directamente en las ciudades (donde hay grandes concentraciones de civiles). Inventaron la primera guerra europea, que ellos llaman mundial. 

En la primera guerra las batallas comienzan a situarse ya en las ciudades, para la segunda guerra europea, Londres, por ejemplo, fue destruido. Hiroshima, Nagazaki y casi toda Europa la destruyeron. Millones de personas fueron eliminadas. En este momento, por ejemplo, Libia, Siria, Irak, los Balcanes, ahora Ucrania, todos los bombardeos masivos se hacen es en las ciudades, son eliminaciones masivas de personas, conocidos con el eufemismo de “Daños Colaterales”.

Y esa necesidad de eliminar población masivamente les crea otra necesidad a los dueños, que es eliminar los Estados – Naciones. El Estado es un mecanismo que aparece en los tiempos de paz (en el descanso de la guerra, el reacomodo de las fuerzas y los ejércitos) para regular las relaciones, la constitución de las ciudades y estructuración del sistema. El capitalismo los creó en su momento para tener estamentos que limitaran el homicidio masivo, para crear reglas para la guerra y no matarse entre los dueños, pues las necesitaban. 

Ahora saben que es mentira esas fulanas reglas pues necesitan salir a eliminar gente sin dolor, ni demagogia. Y entonces ahora el Estado es una rémora para el capitalismo,  pues el crecimiento acelerado de la pobreza, que el mismo capitalismo genera, le es insostenible para sustentar la acumulación de riqueza de los dueños y por lo tanto el Estado se vuelve un obstáculo para eliminar pobres en términos planetarios.

El culpobre

La violencia que deviene de un sistema económico que nos domina, que nos somete, tiene que ser analizada desde esa causa y no desde las consecuencias de ella. Porque a la final los pobres entendimos que no es trabajando como se produce la riqueza sino robando como aprendimos de los generadores del delito matriz (el robo de la fuerza de trabajo nuestra por parte de los dueños).

Por ejemplo, si sumamos lo que se han robado los 40 mil presos comunes que hay en el país, incluso los presos de todo el mundo y diera unos 10 millones de dólares entre todos, nunca superarían el robo de plusvalía diaria que realizan las fábricas. Imaginemos que se robaran un solo dólar diario por persona, estaríamos hablando de siete mil millones de dólares promedio. De manera que la violencia de una porción muy pequeña de los pobres no es sino un acto de defensa, una derivación de la violencia matriz. Un intento de sobrevivencia que incluso le genera ganancias al capital.

Pero aparte de eso, los que están presos, es lo que la sociedad ha desechado ya, el loco, el preso, se convierten en una mercancía desecho. Pero como esa mercancía se reproduce, hará todo lo que esté a su alcance para sobrevivir y en esa sobrevivencia se reproduce. Todo ese análisis de la violencia que vemos de los supuestos expertos, se reduce es a la violencia delincuencial, a la violencia de los pobres y de los pobres al más pobre. Escondiendo la verdadera razón de la violencia. Y tanto es así, que en esos análisis, la real violencia, la que nace del robo de la fuerza de trabajo, de la fábrica, no existe, no aparece como tal violencia, convirtiendo en violencia sólo la consecuencia, que es la pobreza.

Uno de los mitos, por ejemplo, de la violencia en el humanismo, es que el violento es el carajo sin estudios, pobre, negro, mujer, indio o cualquiera que no tenga las características del bien bebido y bien comido. Pero resulta que en este momento hubo 41 muertos a causa de que los ricos quieren eliminar al gobierno de Maduro e implementaron todo tipo de acciones violentas. Estos son muertos directos de personas que son estudiantes, profesionales, que viven en sitios que nada tienen que ver con Petare o la Vega, personas que nunca se han visto en las páginas rojas de los diarios, gente sin expediente, gente que a lo lejos se ve que no son caraeculpables. Pero ellos han producido la real violencia, que está derivada de la razón del poder económico. 

Por eso repetimos, la violencia del pobre está circunscrita a la violencia de la supervivencia, que es una consecuencia, que no por eso deja de ser violencia; es igualito a la violencia ancestral por comer. La necesidad de comer, la necesidad de quitarse de encima el miedo, el hambre, la ignorancia, la necesidad de tener el conocimiento, lo único que le quedó al pobre fue esa violencia pequeña. Y esa violencia pequeña nunca va a superar la violencia instituida, organizada, pensada, concebida, sistematizada, que es la violencia que se ejerce directamente desde la fábrica.

No se roba el salario, se roba la plusvalía. El salario es una cuota parte del producto que generamos los trabajadores, que es para la subsistencia y que los patrones dicen que es por el trabajo que realizamos, eso es lo que llamamos salario. Eso es lo que el tipo nos entrega  para él quedarse con la gran cuota parte y robarse la fuerza de trabajo. Toda violencia del pobre, la venta de droga en la esquina, el arrebatón, el tiro, la puñalada, el chuzazo, a la final, es consecuencia. Pero sí, hay una causa, el robo de la fuerza de trabajo legalizado.

La violencia virginal


Esa violencia primaria, esa violencia causante de las demás, que es el robo de la fuerza de trabajo y que legalizó el capitalismo, viene en realidad de la piratería. En el barco pirata se establecía el reparto del botín. En el reparto se suponía que se repartía en partes iguales, pero el capitán del barco obtenía una cuota parte sólo por ser capitán. Por ser dueño del barco obtenía otra cuota parte y le tocaba otra por combatir para obtener el botín. Es decir, él obtenía tres cuotas partes y el otro una sola. Entonces para obtener mayor cuota parte, los otros, que no eran dueños, tenían que mocharse un dedo, un brazo, sacarse un ojo y lo cobraban; en las fábricas de hoy se pagan los dedos, las manos, los ojos, la columna. Entonces es de ese acto de piratería que nace la burguesía. La burguesía nace de uno de los actos de violencia más feroces que ha producido la cultura de la guerra.

La sociedad moderna o el humanismo no nace de los artesanos, como dicen, eso es un mito, es la parte idílica de los burgueses al crear su partida de nacimiento. No nacen del trabajo, (eso es lo que uno lee de las bellas historias que escribieron para ocultar sus orígenes criminales), no vienen de los tipos que estaban en las afueras del feudo y no eran los comerciantes de la vaina. Esta clase, la más grande criminal de la historia, nace de la más pura y virginal violencia.

Las guerras se complejizaron y de bolas que se van estableciendo alianzas de clases permanentes, porque la lucha de clase es eso, alianzas y desalianzas de las clases, se alían estos con aquellos, el otro y el otro con tal y se va constituyendo el poder.

Imaginemos una cárcel. La cárcel, que es una vaina pequeña. Un pran, supongamos que un pranato es la sociedad, el pran es el dueño mayor en ese micromundo económico que es la cárcel. El es el patrón, el principal y además hay pranes de pabellones; entonces siempre hay guerras entre pranes de pabellones permanentemente, hay guerra y este tipo le está cobrando la guerra a todos esos pequeños señores de la guerra dentro de la cárcel, el tipo le está cobrando, todo el mundo tiene que pagarle la protección a ese tipo, allá nadie puede estallar la guerra sin pedirle permiso al tipo y el tipo tiene que equiparlos, tiene que comprarle las armas. Este, a su vez, tiene relaciones afuera, entonces la cárcel se te convierte en un país, vamos a llevarlo a ese término, un país y tiene relaciones diplomáticas con los tribunales, con la policía, con los vendedores de cuanta vaina hay. Así podemos entender cómo la sociedad, la cultura capitalista, es una madeja criminal en donde todos estamos involucrados como víctimas y victimarios de manera permanente.

Tan es así que el capitalismo se reproduce en todas las escalas, que creamos cárceles dentro de las cárceles para castigar a los que se portan mal. De hecho, logró que todos formemos parte de su lógica, cada quien siendo violento en su escala, pero sin nadie ser mas capitalista que otro, ni menos capitalista, cada quien a su escala de violencia.

Es así como la burguesía se va perpetuando criminalmente, como cultura poderosa que nos hace ser, soñar como ellos, eso sí, humanamente.

martes, 1 de julio de 2014

La economía del capitalismo siempre es y será la guerra


En noviembre de 2013  una carrera av. Bolívar - San Diego costaba 80 bolos y en febrero 2.014 llegó a 300. ¿Cómo ocurre esto teniéndose el mismo sueldo? Y no tengo nada en contra de los taxis ni de los libres, más sí de los esclavos; es sólo un ejemplo, por no hablar del papel de imprenta que fue comprado a dólar preferencial y que en el mismo período noviembre-febrero haya aumentado entre el 600 y el 6000% con el mismo precio del dólar, que dolor, etc,  etc. 

Los sabios hablan de la inflación, de las reservas, índices bursátiles, inversión extranjera, las exportaciones e importaciones,  crecimientos x donde Venezuela está “solvente” más no excluyente, pues en verdad nunca nos dirán que es imposible solucionar el problema de la economía si no empezamos por la causa. 

Nadie nos dice que es una economía de guerra y que, en una economía de guerra, es imposible solucionar la corrupción, frenar la inflada inflación, evitar la especulación o que los analistas no especulen en cómo frenarla y además de solucionar la pobreza erradicarla… y pare usted de contar señor contador. Porque la cultura del capitalismo, esta que supuramos a toda hora, lo abarca todo, está en todo, refuerza y reedita todo y más cuando se es un país mina. 

Ahora bien, si es economía de guerra dejemos quieto la conceptualidad y todos sus templos que contienen la palabra economía (eikonomos=eicoñomo=eicomono=ecoeco) y centrémonos en la guerra, que es el capitalismo: en estas latitudes hace 500 años y por lo menos hasta el 89 tenemos una guerra disímil invisible, ideológica, coñoemadremente disfrazada, con armas, ejércitos, con héroes y sus medallas, sus generales, estrategias, películas muchas películas, pero sobre todo soldados, soldados y más soldados. 

Haciéndonos creer que la iglesia por ejemplo no tiene un ejército y que los carajos centuriones pidepropina que están en el Vaticano no son un ejército sino turistas. Que soldados son los uniformes, pero los obreros de las hamburguesas, refrescos, computadoras, o los mega mega centros comerciales, no lo son. 

Así queda por preguntarnos solo detalles. Si es una guerra (es decir una economía de guerra) ¿quién jode a quién? ¿Cómo va el juego? ¿Cuántos muertos, cuántas batallas, cuál es el parte, a qué hora empezó, cuándo terminará? y toda esa parafernalia que suelen escribir los escribanos juglares, cantares y amanuenses de la guerra que amanecen escribiéndola. Esta guerra no se narra, esta guerra se lleva pa’arriba y pa' abajo, esta guerra no se acepta, no tiene, es imposible  que exista en ella la palabra desertor. A menos que sea en la juntura, pero esa es otra historia.

Si esta guerra tiene de todo, contiene todo, esta guerra es el capitalismo. Tiene líderes, tiene cobardes, tiene héroes, medalleros, tiene psicología, tiene sociología, legionarios, tiene los Pedros, las Marias, la mugre y la lejía. Sí, esta guerra incluye entonces a la economía, por eso mi don vivimos una economía pero una economía de guerra; así usted ahorre o despilfarre. ¿Comprar  para solucionar? es imposible solucionar así, por más que hagamos soluciones en esta economía de guerra, su agujero negro nos hará más pobres porque sirve para hacernos más pobres. Por eso invitemos a pensarnos  y mosca si  invertimos en fortalecer al capitalismo y  no al sueño.



Comentarios:

@henriquecon”h”: este es un país que está atravesando una terrible crisis. El rrrrégimen y sus tarifados como el que escribió este artículo quieren responsabilizar a nosotros los emprendedores y dueños que lo que hemos hecho es desvelarnos por generar empleo. ¿acaso eso es un pecado? Preocupense más bien por los millones de delincuentes que ustedes protegen.

@jenriqueconjota: @henriquecon“h” ¿tú cagas cuadrao?

@izquierdaomuerte: Camarada @jenriquecon“j” me parece que la discusión está fuera de orden. Vamos al punto: el chavismo tiene que hacer mea culpa porque los últimos catorce años se ha exacerbado los números de la violencia criminal. ¿Cómo es posible que no podamos ya hacer la revolución en El Gran Café sin que venga un inadaptado, marginal, lumpen asocial, a maltratarnos?.  

@jenriqueconjota: @izquierdaomuerte ¿tú también cagas cuadrao dígalo?.

@arrobámango: Chamo ¿de qué hablan?

@cojoculo: me gustan, ¡¡¡me gustan todos!!!  (simbolitos de corazones dedos me gusta de feisbuk, caritas felices).

La tragedia de la violencia

Vista al frente detente ven miremos pa’ adelante
Observemos los maleantes los que si llevan volante
Vente compi no sea tonto ponte a pensar un ratico
Que aquí el rico es el que jode tu eres solo un numerito
Chico tu violencia es nada comparada con la de ellos 
Esos cuellos blancos pocos que a tantos pobres masacran
Saca tu revolver apunta pero nunca le darás
Al burgués que está  detrás y no le conviene la paz
Quizás podrás achicharrar al que tú crees que te lo mocha
Pero mosca esta es la pista y si la sueñas te toca
Azota todo lo que quieras se fiera pero recuerda
Que hay una cuerda de esclavos pagados también frustrados
Para controlar al vago que anda jodiendo sin causa
Dale pausa lakroso que el calabozo no es tu casa
¿Qué pasa? Es tu pregunta yunta también es la mía
Pero hay una guerra fría que hay que aprender a percibir
Huir no es la opción correcta pero súper man tampoco
Loco así le gusta a ellos es mas panza volar cocos
La matanza entre nosotros es ganancia pa el burgués
El ve los toros desde lejos y mueve un dedo pa ordená
Ellos se hicieron pa mandá es su tragedia y su violencia
Consecuencia eres tú aquel el otro y yo también
Usted no fabrica armas ni pistolas ni fusiles
Ni misiles mucho menos ellos nos venden los hierros
Perro aquí los más malandros son los dueños y sus bandos
Los que andan masacrando disparando 
Dando pela a tus neuronas
No es broma sal de ese coma 
O más bien mírese asúmase 
Identifique a su clase.

¿Malandro tú? 
No guevón malandro el que se robó el cielo
el cabrón que no se ve y en jet se desplaza con cancha
¿Malandro tú? 
¿Con tu tres ocho y tu bereta lakriada?
Malandro es el que no mata y nunca nos ve la cara.
Violento el dueño de la glok
Tú eres un vil consumidor
Malandro el dueño de la browling 
Tu eres un zombi mi compi.

El noticiero dijo que en el barrio hay delincuencia
Los policías dijeron que en el barrio hay delincuencia
Pero más allá de todo ellos son sólo consecuencias
El capital es el dueño aquí de toda la violencia.




El canciller de la república perruna

El canciller de la república perruna, en un muy bien hilvanado discurso ante las naciones unidas, exigió: 

“Estudiar la propuesta de no humanizar la guerra, por cuanto eso sentaría un precedente funesto, ya que su planificación estaría bajo el control de los humanos. Negándose los beneficios que por siglos hemos disfrutado. Siendo que fuimos nosotros los perros quienes la inventamos y la hemos sostenido; apenas ahora, en estos últimos siglos, es que los humanos tienen conocimiento de la guerra, deben cuidarse porque están jugando con candela, la guerra no es un juego de nintendo, nosotros somos los perros de la guerra. Que se sepa, nunca se ha dicho los humanos de la guerra”.


Los frodos, esmigol y los harry poter en la revolución

Veamos si estamos de acuerdo en que una revolución no se origina por apetencias personales o grupales, o por necesidad de una clase, o de una ideología, o de una decisión política o de un gremio; aunque en ese accionar, en ese maremágnum, se arruinen, mueran, se satisfagan, se encumbren o pierdan el poder personas. Que una revolución no es un hecho dirigible, controlable, moldeable, por los actores que en ella intervienen. Sino que sucede cuando ya toda la sociedad de clases entre en grado máximo de enfermedad y se ve obligada a sacudirse en todos sus estamentos, creando una inestabilidad insostenible en donde todo entra en cuestionamiento.

Que una revolución no es un acto mágico, bonito, agradable. En donde las personas pueden actuar como quieran y cuando quieran, sin ser afectadas por sus actos.


Que una revolución no es un deseo, ni está preñada de buenas intenciones. Que una revolución no ocurre para salvarnos. Que esta revolución no es redentora, ni justiciera, ni libertaria, ni igualitaria, ni fraterna, ni inclusiva, ni exclusiva. Que la revolución no es lo que soñamos, ni lo que aspiramos, ni lo que ambicionamos.

Sabemos en carne propia, que la revolución es un hecho real, de carne y hueso y sobre todo ésta, que nos involucra.

Cuando ocurre, como ocurre, no está en la decisión de los individuos, aun cuando todos participamos en ella, aun cuando todos somos o nos tornamos revolucionarios, tanto los que la deseamos como los que la evitamos. Si algo nos enseña la revolución es que previo a su existencia, los revolucionarios no existen, aun cuando trabajen toda la vida para que la revolución suceda o no ocurra, aun cuando lo deseen o lo eviten, que en una revolución todos nos hacemos revolucionarios, porque no importa, en que bando nos asumamos, todos conjuntamente con los conceptos que defendamos seremos sometidos a la hoguera revolucionaria, todos con nuestros actos cooperaremos a la trascendencia de la sociedad porque una revolución verdadera trae consigo el cambio, la transformación, pero ésta en particular esta estremeciendo los pilares de una sociedad mantenida por la explotación de la gente, bajo un sistema violentamente legalizado.

Lo real es que las revoluciones irrumpen cuando nadie las espera, es un producto absoluto de la ignorancia, aun cuando su parto dure muchos años, aun cuando de muchas señales previas a su aparición. Pero cuando estallan todo el mundo lo sabía, y nos volvemos sabios de revolución, todos sabemos que hacer, como hacer, aun cuando ella nos desmienta hasta la saciedad.

Lo cierto es que en medio de ella todas las fuerzas que se confrontan intentan imponer sus intereses, justificándose en ideologías y pensamientos anteriores a la existencia de la revolución. Esas fuerzas a su vez producto de su acción sacuden a los que no tienen intereses históricos, pero que se creen con todo el derecho de orientar, mandar, obligar, a quienes están en las trincheras de la historia, esos son los frodos, los esmigol, los Harry Poter de la política en una revolución, para ellos la revolución es un hecho mágico, que sólo ocurre en sus cabezas y por tanto todo problema tiene solución sólo en su imaginación, de acuerdo a como amanecen o la simpatía que sienten o no, por líderes, bandos en pugna o quien mejor pague.

Esos son los que desojan las margaritas diciendo como el señor frodo: ¿deben ejercer el poder o no deben ejercerlo?, ¿el poder debe ser bueno o malo?, ¿o soy yo quien debe ejercerlo?, ¿Pero y si me hace mal?

O como el esmigol: oh mi señor frodo, usted no sabe como ejercer el poder, déjeme ayudarle, que yo lo quiero mucho, pero cuando le descubren su doble personalidad, entonces cambian y comienzan a vomitar pestes y culebras condenatorias. O los Harry poter que creen resolver todo con una varita mágica.


Los pobres debemos tener claro en la actual circunstancia revolucionaria, en donde como dice Maduro “Las oligarquías afilan los cuchillos”, que mientras no diseñemos la política que elimine la explotación, y podamos prefigurar la otra cultura que sustituya a la cultura capitalista, debemos estar con el directorio revolucionario, sin dudas, con el entusiasmo de quienes sabemos vamos a trascender la historia para ser gente, porque esta revolución superará las ya conocidas en la medida que nuestra participación sea obra del conocimiento y no de la necesidad.

Debemos saber que millones de pobres en el planeta han muerto por aumentar el mísero salario, en esta hora revolucionaria superaremos esas luchas y a quienes nos manipulan, y pretenden hacernos ver, como siempre ha ocurrido, que el trapo rojo del gobierno es el causante de los males, pero por el conocimiento que nos permite esta revolución sabemos que es la fábrica como sistema productivo la que nos obliga a ser esclavos y que la dirección revolucionaria que hoy dirige al gobierno es la garantía para que los pobres dejemos de ser lo que somos y podamos planificar políticamente lo decidamos ser sin ideologías no mágicos pensamientos.