lunes, 1 de diciembre de 2014

Florentino y El Diablo o cómo será eso de aplicar el marxismo

Desde 1989 estos señores no dan pie con bola, a los de la derecha los salvan en su accionar político los mercenarios pagados por las grandes transnacionales; grandes y verdaderas interesadas en tumbar al gobierno de Chávez primero y de Maduro ahora, porque de otra manera hace años que no existirían como actores políticos, ni como empresarios, ni como artistas, ni como intelectuales, ni como economistas, ni como un coño, por el simple hecho de que nunca han tenido carácter, siempre han sido satélites, siempre sin raíz, jalabolas sempiternos de lo extranjero con plata, sin apego al terruño.

Por eso Chávez hizo con ellos lo que les dio la gana y Maduro se sobra en su accionar político, no sólo porque es un auténtico político, formado en las enseñanzas prácticas y el forje de carácter de Hugo Chávez, sino porque la llamada derecha (esa caterva de inútiles que durante quinientos años gobernaron la mina como mayordomos traidores, que se vendían cada cierto tiempo al mejor postor imperial que tocara las costas de Venezuela buscando el dorado) sigue demostrando su odio, su ignorancia sobre nosotros, su incapacidad para comprender que estamos dispuestos a ser un país, no por un hecho ideológico, no por seguidores, no por pedigüeños o jalamecates, como ellos lo han sido en su historia (cada ladrón juzga por su condición) sino porque somos un pueblo con intereses distintos a quienes siempre nos vieron y nos trataron como sus esclavos.

Pero la izquierda (ese otro brazo de ese cuerpo humano que siempre alimentamos con nuestra energía, que en política un día nos saluda como derecha y otro como izquierda)...

Siempre nos preguntamos por la izquierda, ¿por qué la izquierda (su dirigencia y algunos confundidos ideológicos estancados en el tiempo) odió tanto a Chávez? ¿Por qué lo negó con tanta fuerza? ¿Por qué lo traicionó y se burló en público y privado aun más (como aún lo hacen con Maduro, mientras éste y aquél les mataron el hambre, con puestos y cargos donde siempre pusieron la cagada y conspiraron y conspiran cobardemente, mientras abultan sus cuentas y después gritan allá va el ladrón)? ¿Por qué ha sido tan irresponsable en política, y no desde ahora sino desde siempre (veamos como muestra a Teodoro y Pompeyo)? ¿Por qué será que Douglas Bravo, Gabriel Puerta y muchos otros dirigentes de izquierda no son chavistas y el comandante Magoya junto con todos los campesinos que combatieron con él sí lo son? ¿Por qué Soledad Bravo no es chavista y todos los cantores viejos, campesinos obreros y pescadores sí lo son?

Como esas pudiéramos hacer las mismas comparaciones en distintos quehaceres y los resultados serán los mismos. Es simple, porque la izquierda pertenece al mismo cuerpo que la derecha y por tanto siente como la derecha, habla como la derecha, aspira como la derecha, se comporta como la derecha, nos odia como la derecha, nos teme como la derecha, y es incapaz –como la derecha– de comprender que somos un pueblo en revolución, diferente al pueblo que usaron en el capitalismo para sus manipuleos y pequeñas ambiciones.

Pero además aprendió de la derecha la demagogia, y, lo peor, cree que es verdad. Por ejemplo, viven reclamándole al Gobierno que arregle la economía, que no regale el petróleo, que Maduro es bruto por ser chofer, que Chávez era un genio pero se equivocó al nombrar a Maduro, o a lo mejor siempre se equivocó y no nos dimos cuenta, que funcione bien la salud, la educación, que monte plantas nucleares, que sean una maravilla las fábricas, que haya comercio justo, que las leyes sean para todos, que la libertad, que la igualdad, que los derechos, que no a la dictadura, que sí a la democracia, que si no el Gobierno se va a caer, que si Chino, que si Nacho, que si un buen policía, que eliminen al ejercito burgués, que invadan a los Estados Unidos, que si Maduro está vendido a la derecha, que si es muy radical, que la lucha es armada.

Todo igual a la derecha; pero un pequeño detalle, la derecha sí sabe la verdad y lo que hace; la izquierda no. Esa clase media no sabe que es usada (algunos dirigentes sí, pero ya son de derecha) para apaciguarnos como pueblo, para mantenernos sumisos y esclavos.

¿Cómo será eso de aplicar el marxismo?

El poeta Federico Ruiz en su texto sobre Chávez en Misión Verdad, nos hizo recordar un cuento de un campesino viejo militante de izquierda que nos contó lo siguiente:

"Éramos un grupo de activistas de origen campesino que estábamos entrenándonos por los lados de Trujillo y por las noches teníamos un transistor de pila de los pequeñitos, pendientes de agarrar radio Habana Cuba, o Radio Rebelde, pero cuando eran como las once de la noche por esos lados se cogía una emisora del estado Lara donde había un programa de música venezolana que se llamaba Los venezolanos primero y lo conducía Luis Gerardo Brito.

En ese programa pasaban al Cazador Novato (Rafael Martínez), El Carrao de Palmarito, a José Romero Bello, Eneas Perdomo y a todos esos grandes de la música, así como también pasaban las leyendas del Silbón, La Llorona, Florentino y El Diablo y nosotros nos pegábamos a escuchar. Un día estaban pasando a Florentino y El Diablo y nosotros ahí pegaos, cuando de pronto nos llegó callaíto el cámara responsable de la ideología y nos dijo qué es eso camaradas, por qué están escuchando eso, ustedes no saben que eso es diversionismo ideológico... y ese día no pudimos terminar a de escuchar a Florentino y El Diablo, y estaba apenas empezando; la última copla que escuchamos fue: 'Catire por si se atreve, por si se atreve, espéreme en Santa Inés, que yo lo voy a buscar, óigalo bien, para cantar con usted'".

Lo arrecho, compañero, es que el día de las elecciones del referéndum me conseguí con ese cámara y contento le pregunté si iba a votar por el no y el señor resultó ser escuálido, y yo me quedé preguntándome la vaina: ¿Cómo será eso de aplicar el marxismo?

Hoy otra vez, la misma disyuntiva y nosotros monolíticamente votaremos por nosotros, es decir, por Maduro, por los parlamentarios que se escojan para representarnos. No porque sintamos que la representación es una opción, sino porque cada día esas acciones nos acercan a la participación protagónica. Principio y fin de la cultura no esclava que construiremos.

domingo, 30 de noviembre de 2014

Experimentar con el cuerpo la otra manera de vivir.




La nueva sociedad nadie la conoce ni la ha experimentado aún (esto no condena ni convierte en error el accionar de las y los revolucionarios en tiempos pasados o en la actualidad, aquí o en otro país), por tanto, nos toca inventar; no es cierto el viejo dicho de que todo está hecho: esa es la excusa de los cómodos ante las tareas revolucionarias. Quienes proponemos estos poblados sabemos por experiencia propia que no es fácil su proceso constructivo, porque en él nos encontramos de manera directa con nuestros egoísmos disfrazados con palabras solidarias. Nuestra negación al cambio tapiado con encendidos discursos revolucionarios repitiendo y citando viejos libros que, siendo verdades, hoy se tornan inútiles si la práctica una vez más no las comprueba desde el cuerpo trabajador.


Una revolución va más allá de "vencer la enorme fuerza de la costumbre": es también y por encima de todas las cosas pensar y repensar cada vez que respiremos un mundo social donde en definitiva ya no exista, ni en el recuerdo, la memoria del trabajo esclavo. Inventar, experimentar con el cuerpo la otra manera de vivir. Enterremos sin temor de toda institución, todo vestigio de la ideología esclava que se disfraza en la revolución. Juntemos todos los esfuerzos, todos los sudores por dejar de ser lo que somos. No busquemos salvarnos, transformémonos de una buena vez. No más religión, así sea de izquierda.









































sábado, 4 de octubre de 2014

TEXTO COMPARTIDO HOY 04/10/2014 EN EL TERCER CONGRESO NACIONAL DE CULTURA.

VAMOS JUNTOS A PENSARNOS
Encuentro Filosófico de los Pobres.

El ejemplo vivo en el cuerpo.


A partir de 1989 descubrimos que no éramos un país; que a pesar de tener una constitución, un himno, un escudo y una bandera, sólo habíamos sido una mina conectada a la historia de Europa primero y a Estados Unidos después.

Los pueblos pueden destruirse o ser destruidos de mil formas por diversos intereses; pero siempre dentro de ellos se protegerán la ternura y la dignidad para días propicios. Para cuando dejemos de ser el minero que somos, podremos valorar este tierno legado que la tierra nos heredó por la vía del cuerpo colectivo de los miles que como nosotros se aferraron al territorio.

Éramos un bandón de gente, buscando gente, Andábamos por todo el país, recorriendo calles, de barrios miserables, caseríos de orilla de carreteras y copitos de montañas, donde nos había arrinconado el terrateniente, y la voracidad del capital, rumiando la rabia, siempre ahogada en violencia, droga televisiva y física, mirándonos hacia dentro, doliéndonos, buscándonos, como gente con raíz, preguntándonos ¿dónde está ese amoroso territorio que el cuerpo nos dice desde lo profundo que existió, que existe o puede existir?, porque el minero, el imitador, el que siempre quiere irse del territorio, el de las prosperidades y los desarrollos y los progresos, el que siempre quiere ser o compararse, con lo llamado primer mundo, se había perdido en el fragoroso mundo de los papeles estatales y las artimañas de los empresarios delincuentes, que se chupaban y chupan, apoyados por políticos de mala maña que entregaban a las transnacionales, toda la materia prima y la mano de obra barata, que engrosabamos las filas de la pobreza extrema, sin tomar en cuenta la desaparición de ríos, contaminación de mares, destrucción de montañas. Dueños que pululaban y aun pululan conspirando desde hace quinientos años contra la posibilidad de ser país. Propietarios añorantes de lo extranjero, adoradores de lo otro, odiantes y avergonzados de lo originario que, por vía de sus escuelas y medios de información, nos transmitieron sus miedos, sus hambres y sus ignorancias, logrando que todos como pueblo, nos convirtiéramos en un arreo de consumidores silenciosos de sus porquerías.

Eran los años ochenta, la derrota de la izquierda había dejado unos retazos de organizaciones, que por un lado habían pactado o se habían acogido a la rutina de la vida cotidiana del capitalismo, con su compra venta, y por otro, un sinfín de grupos, que iban desde lo moderado, hasta la loquetera sin rumbo, que mágicamente, aspiraban a que los gobiernos cayeran, pero que no tenían un proyecto de país, como no fuera lo imaginado desde los pegostes ideológicos venidos de Europa, Asia y después, de la revolución cubana.


Mientras tanto nosotros éramos los desarraigados, los odiados de siempre, buscando respuesta a tanto abandono, a tanto no querer a un país, por parte de las élites gobernantes, de sus dueños, legalizados en el crimen de la propiedad privada, de sus llamados poetas encumbrados, de sus pintores, de sus músicos, de sus teatreros, ministriles de arepa y ron, con nombre de vino y caviar, en pulidos salones; de donde después del espectáculo, eran expulsados y sólo les quedaba la voz del amargo chisme, o cuando mucho el jalabolismo eterno, en la búsqueda del ansiado premio que los nombre, cayéndose a piña limpia, por controlar ateneos y casas de culturas o agregadurías en las embajadas; de sus sindicalistas vendidos al mejor postor, de los gremialistas defensores de parcelas que les permitían satisfacer sus pequeñas miserias.

Éramos los indígenas y campesinos, expulsados de la tierra por el terrateniente o las máquinas del progreso y el desarrollo, transmutados en obreros, deambulando soledades, rumiando incomprendidos despechos por las calles de ciudades, sin concierto ni armonía. Éramos en esencia el desarraigo telúrico cultural diseñado por el capitalismo.

Éramos los mal viviendo y comiendo en ranchos, perdiendo en cada esquina, el baile, la inteligencia a flor de labios, la gestualidad, la culinaria, la manera del abrazo y el pensamiento calmo, negándonos como si fuéramos lo indeseable, perdiendo la dignidad en cada gesto, dándole la razón por un plato de caraotas a quien menos la tenía, fomentando lo extranjero como una salvación, conciliando los desprecios, con tal y los hijos salgan de abajo, negando lo interior para ponderar lo foráneo. Éramos una trulla de gente buscándose así misma, en los caminos de Juan Gregorio Malave, de Pio Alvarado, de Andrés Rodríguez, de Tomás Montilla, de Guadalupe García, de Juan Esteban García, de Guillermina Ramírez, de Luis Mariano Rivera, de Luís Lozada el Cubiro, Dámaso Figueredo, de Pancho Prin, De Pablo la Ñema, de Raúl Orozco, de Eneas Perdomo de Alfredo Almeida, de Eduviges Molina, del Caimán de Sanare,de Julio Chacín, de María Rodríguez, de José Ramón Villarroel, de Aquiles Nazoa, de Otilio Galíndez, que nos seguimos buscando en el alma de El Cazador Novato, de José Farías, de Chelías Villarroel, de Ignacio Muñoz, de Asciclo Rodríguez, de Rafael Echeverría, de Margarito Aristiguieta, de Genaro Prieto, de Manuel Luna, de Francisco Subero, de Gino González, de Carlos Angulo, de Hernán Marín, de Beto Valderrama, de Ramón Copete, de Gregorio Mota, de Violeta Moreno de José Gutiérrez, y de muchísimos otros que habitaron y habitan playas y campos, sosteniendo por encima de todo avatar, la por sencilla, maravillosa cultura, que puede construirnos como país; porque sabiéndolo o sin saberlo, estos hombres y mujeres, se encargaron de recopilar la sensibilidad de un pueblo sano, en ese gesto de no moverse de la tierra, de no pescar en el río de la ilusión, de creer en sí mismo, de sostenerse, de la raíz del corazón; cuando nada queda, como única respuesta a tanto desdén. Estas claves nos harán árbol aferrado con todas las fuerzas a la tierra que con alegría habremos de volver.

Éramos la horda buscándose en el adentro, venciendo la vergüenza de mirarnos a nosotros mismos, tratando de saltar el muro vergonzante de la imitación, el arribismo y la chabacanería, con que se nos construía, desde la fábrica, la radio, la televisión, las iglesias, los periódicos, las escuelas; quitándonos los ruidos de la cultura, del divino hacer, de las bellas artes, de lo sinfónico, del boato y la parafernalia, de los grandes salones; para darnos cuenta del inmenso saqueo espiritual del que fuimos y somos objeto por parte de los piratas del arte, tanto internos, como extranjeros, percatándonos que en vez de exaltarnos, como pueblo, nos hundían en la miseria intelectual; Éramos la gente, preguntándonos ¿Cuándo fue que una caterva de académicos, dueños, promotores de espectáculos y seudos artistas; se dieron a la tarea de, por un lado, ningunear la cultura originaria, conuquera, pesquera, artesanal, y por el otro robarle lo vendible de ella, sus cuentos, sus mitos, su música, su artesanía su pintura, desprovista de todo el entorno colectivo que le hace posible. Éramos nosotros preguntándonos ¿cómo fue que nosotros mismos aceptamos y nos catalogamos de folcloristas, cultores populares, dándole fuerza a la palabra del dominador?


Hasta que hicimos posible el 1989. Ahora somos los pobres en revolución y con el ejemplo vivo en el cuerpo de ese inmenso congénere, ese convivito, ese que se la jugó en las malas y en las buenas con nosotros, ese que por nombre tuvo un nombre de los muertos que nos impusieron los poderosos de afuera, para seguir perpetuándose como clase, nombrándose en nosotros: Hugo; que de ahora y en adelante tendrá el nombre del movimiento, de lo que no está quieto, de lo que canta y pinta, de lo que suena y corre, de lo que moja y seca. Tendrá el nombre de como se nombre la vida en todos los idiomas y lenguajes de este planeta; cada vez que viaje el agua y el viento, en cada trueno y en cada luz del relámpago, en esos sonidos y esa luz, será nombrado, cada vez que se gima, se gruña, o se grite, estará su nombre como vida, porque nos enseñó a saber que existíamos en un territorio, que no era visible para los esclavos, que podíamos pensar y planificar como gente. Nos enseñó que podíamos tratar de tú a tú el afuera.

domingo, 28 de septiembre de 2014

Encuentro Filosófico de los Pobres Comuna Agropecuaria Negro Primero Carabobo 27 de Septiembre de 2014

Un sancocho hecho por la manos de todos, un despliegue de actos culturales encabezados por los mismos pobladores; cantores, bailadores y músicos, una conversa desde la sinceridad de los iguales, sin poses, sin artificios, con la exposición de pintura que ya se va regando por cuanto espacio es visitado y el relato vivo de lo que significa vivir comuna como hecho culturalmente político. Sin duda, un contraste certero en comparación a lo que ocurre en el resto del mundo donde los poderosos piensan y ejercen la política desde y para la eterna dominación.

Esto ocurrió en la comuna agropecuaria Negro Primero, en el lugar llamado Majaguito, en ese hermoso valle con el verde primigenio que desconoce la arrogancia del asfalto y el cemento, sus pobladores realizaron el Encuentro Filosófico de los Pobres, ese encuentro que no es más que la conversa permanente de la clase que decidió pensar y hacer política en este tiempo histórico de la Revolución. Con Chávez y Maduro como el común denominador en la energía que nos reúne y nos convoca.

Sigue siendo el Encuentro Filosófico de los Pobres, la invitación a la juntadera, al hacer colectivo, al cuestionamiento de todo lo conocido y lo que está por conocerse, al pensamiento y a la creación.

Queda para ustedes este registro fotográfico.

Hacer click en la foto para ver ampliada