Sino, preguntémonos: ¿Cómo me quitaron mi arquitectura, mi armonía y me pusieron a vivir en estas casas de cemento en pleno trópico?; ¿qué interés o qué ignorancia nos enfermaron?; ¿cómo fue que me obligaron a vivir en casas de cochinos?; ¿cómo fue que me vistieron con poliéster en este sol?; ¿cómo fue que me pusieron a comer un solo pan y una sola carne?; ¿cómo me enfermaron de diabetes?.
Los macro planes de viviendas diseñadas y construidas por personas que no van a vivir en ellas engordan las arcas de empresarios y funcionarios de
Hay quienes no entienden la necesidad de una revolución y la confunden con darle de comer a los pobres como si fuéramos cochinos. ¿Cómo fue que me avergonzaron tanto, al punto de que yo no pueda amarme?
No habrá democracia, ni libertad ni participación del colectivo mientras las estructuras que generan la representatividad permanezcan, mientras la fábrica sea la fábrica, la agroindustria sea la agroindustria, los partidos sean los partidos, las instituciones las instituciones. La democracia participativa comienza cuando en colectivo tomo la decisión sobre la producción, fuente originaria de lo que somos como gente. Esta revolución nos debe colocar en el camino de conversar en qué modelo de producción quiero vivir, si escogemos el del crecimiento económico el de los macro números, el de la competencia, entonces estaremos repitiendo historia y no habremos comprendido lo de inventar o errar, lo de cambiar, lo de construirnos desde el adentro, seremos unos vulgares repetidores de discursos vacíos y prácticas antiguas que siempre nos han esclavizados. Si por el contrario nos buscamos sin apuros, en otra ética, entonces habremos comprendido lo de aquel caballero andante, llamado Simón Rodríguez, cuando con toda su humanidad nos enseñó sin miedo a las miserias de su tiempo el significado de “Inventamos o erramos.” Estamos en una revolución. Comprendamos, no temamos, no nos acobardemos no le tengamos miedo al cuero, abandonemos el poder, bañémonos en la alegría, sumerjámonos en el manantial de lo nuevo, de lo por nacer. Por favor no sigamos siendo funcionarios de lo inerte.
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