miércoles, 25 de noviembre de 2009

¿Construyendo un mundo nuevo copiandome del mundo viejo?


El ministro habla de cultura y se alegra de repetir las miserias del pasado; habla de economía y copia planes de bancos que producen pobres; se habla de salud, de vivienda, de deporte, de comida, de siembra, de cría, de zapatos, de vestido, pero siempre de lejos. Nadie nos pregunta sobre eso, sólo se hacen planes con urgencia, planes copiados de otros países en fracaso, que después de los millonarios planes son más pobres. A nadie pareciera interesarle en las esferas del poder lo de inventar o errar, todos siguen comportándose como si el mundo fuera una tabla de cuatro orillas y se conforman con ir de una a otra. Los planificadores, burócratas, tecnócratas o políticos, nunca les pasa por la cabeza que nosotros podemos pensar y resolver en la medida en que nos den la información real y necesaria, pero esa manía de creerse sabios, nos conduce a todos a repetir el dolor de la equivocación, en donde por razones práctica nosotros seguimos siendo los cara e culpable de siempre, repitiéndonos en la hasta ahora infinita lucha de clases.


Sino, preguntémonos: ¿Cómo me quitaron mi arquitectura, mi armonía y me pusieron a vivir en estas casas de cemento en pleno trópico?; ¿qué interés o qué ignorancia nos enfermaron?; ¿cómo fue que me obligaron a vivir en casas de cochinos?; ¿cómo fue que me vistieron con poliéster en este sol?; ¿cómo fue que me pusieron a comer un solo pan y una sola carne?; ¿cómo me enfermaron de diabetes?.



Los macro planes de viviendas diseñadas y construidas por personas que no van a vivir en ellas engordan las arcas de empresarios y funcionarios de la construcción. Así es la salud, engorda funcionarios y laboratorios, y la comida y el calzado y el vestido que es para nosotros. ¿Por qué no dejan que seamos nosotros quienes decidamos? ¿Cuál es el apuro? Pero también es la educación y el deporte; negocios, comisiones, donde aparecemos como números, sólo estadísticas, nada varía, en las esferas del poder creen que nada ocurre, que nada pasa, que nada pasará, creen que basta con cambiar adecos y copeyanos y nos siguen viendo como gente que de vez en cuando hay que darle una chupeta para mantenerla contenta, y cada cierto tiempo voten no se dan cuenta que somos el 89 y el 4F y 27Nov y 13 de abril y 7 elecciones sosteniendo a pesar de ellos una idea de país.



Hay quienes no entienden la necesidad de una revolución y la confunden con darle de comer a los pobres como si fuéramos cochinos. ¿Cómo fue que me avergonzaron tanto, al punto de que yo no pueda amarme?




No habrá democracia, ni libertad ni participación del colectivo mientras las estructuras que generan la representatividad permanezcan, mientras la fábrica sea la fábrica, la agroindustria sea la agroindustria, los partidos sean los partidos, las instituciones las instituciones. La democracia participativa comienza cuando en colectivo tomo la decisión sobre la producción, fuente originaria de lo que somos como gente. Esta revolución nos debe colocar en el camino de conversar en qué modelo de producción quiero vivir, si escogemos el del crecimiento económico el de los macro números, el de la competencia, entonces estaremos repitiendo historia y no habremos comprendido lo de inventar o errar, lo de cambiar, lo de construirnos desde el adentro, seremos unos vulgares repetidores de discursos vacíos y prácticas antiguas que siempre nos han esclavizados. Si por el contrario nos buscamos sin apuros, en otra ética, entonces habremos comprendido lo de aquel caballero andante, llamado Simón Rodríguez, cuando con toda su humanidad nos enseñó sin miedo a las miserias de su tiempo el significado de “Inventamos o erramos.” Estamos en una revolución. Comprendamos, no temamos, no nos acobardemos no le tengamos miedo al cuero, abandonemos el poder, bañémonos en la alegría, sumerjámonos en el manantial de lo nuevo, de lo por nacer. Por favor no sigamos siendo funcionarios de lo inerte.

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