martes, 8 de diciembre de 2009

De los partidos y los militantes


Hay quienes critican a la revolución, en nombre de la revolución: “que no anda, que está quieta, que no concreta” . No es a la revolución a la que critican, le temen; saben que no tienen cuerpo ni corazón para estar en ella, al menor soplo se aterran. Critican es al gobierno porque no los ubica en cargos, no les da real; esa es la verdadera naturaleza de su crítica. Siempre han sido pedigüeños, buscones, acomodaticios y reclamadores de oficio, jamás revolucionarios.


Un revolucionario no pide permiso, ni real, ni cargos, ni reconocimientos, ni adulancias, ni prebendas para estar en la revolución porque ella está en su cuerpo, le nace del corazón.


Los partidos siempre han discutido poder, siempre se han repartido la torta, para ello nos han dividido, colocado en bandos, todo el que entra en ellos pasa a tener verdades ideológicas y se nubla ante la verdad de lo real. La lucha de clases y la violencia que ella encierra debe ser detenida, es el tiempo.


Los militantes debemos aprender, que la revolución es con los juntos, porque la realizan. La conciencia es colectiva, tenemos que aprender a ser inéditos, frescos, el dogma y la receta separan. La desnudez ideológica es buena carta de presentación, para sumarse al tumulto y aprender a estar fuera de la separación.


El mundo no aguanta una repartición más, cada desgarramiento suma dolores y asesina ternura.


Esta revolución lo será, sólo en la medida en que no se parezca a ninguna, sólo cuando se parezca a nosotros. En la humildad de los juntos, de los anónimos, podemos conseguir las claves que nos hacen falta para comprender.


La organización se está generando, no es tradicional, es revolucionaria, algunos se preocupan y angustian; pero serenos, hagamos conscientemente lo que el corazón nos dicta, hagámoslo bien, responsablemente, cumplamos con las tareas que nos propongamos y sobre todo escuchémonos colectivamente.


Hay gente que piensa que porque somos pobres no sabemos hablar, entonces ellos deben hablar por nosotros, otros creen que no tenemos cultura y por lo tanto tienen el deber de culturizarnos, asimismo hay quienes nos consideran mal educados y deben educarnos, que no sabemos a donde ir y deben conducirnos. ¡Extraña coincidencia! Los partidos políticos de todas las ideologías que han existido en Venezuela, desde la extrema derecha hasta la extrema izquierda, han pensado así de nosotros. Así pensaron los europeos cuando vinieron y vieron a nuestros antepasados: ¿Serán gente? ¿Tendrán alma? Y concluyeron: ¡Es mejor matar a los que se alcen y a los que queden vivos los esclavizamos. ¿De aquí será que nace la falsa idea de ir al pueblo? ¿Bajar a las comunidades? ¿Ponerse a su nivel? ¿Estar con el pueblo? ¿Conducir al pueblo?


¿De aquí será que nace la falsa idea de ir al pueblo? ¿Bajar a las comunidades? ¿Ponerse a su nivel? ¿Estar con el pueblo? ¿Conducir al pueblo?

Todos debemos acostumbrarnos a estas discusiones, algunos la querrán desde la miseria que da defender intereses y privilegios que están por encima de país, otros la darán desde la perspectiva de cambiar; en ambos sentidos siempre habrá segundas y terceras discusiones hasta que consigamos construir el país que soñamos. Pero en cualquiera de los lados que estemos, hay algo íntimo que no podemos discutir con nadie, que no podemos pedir a nadie y eso es: ¿Qué ética me ha de regir tanto en la discusión como en la propuesta? Porque esa será en definitiva, la ética que ha de orientar nuestros pasos en la construcción del País.


Este tiempo nos exige calma y largura en el análisis, porque este salto humano no ha de ser hijo de la prisa, la historia nos demuestra que este mundo fue construido en el apuro y sus resultados son el cansancio.

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