martes, 6 de julio de 2010

CANDIDITO CAGA PALO TUVO AMORES


Santo y pulcro increíble pero cierto era Candidito; la flor del respeto y las buenas maneras, el carreño del buen collector: Nada de gritos y abusos, nada de aplique y maltratos a los estudiantes que cada vez se veían más sumisos e inexpertos, pareciera, ante sus derechos al pasaje preferencial; se aseguraba de que las viejitas no sólo no pagarán sino que tuvieran puesto. Nadie se mojaría con las ventanas desgomadas, nada de empujones, ni trajes rotos o desgarrados por los afilados y oxidados tubos y pasamanos de los asientos; los niños primero, mejor si no pagabán y ante el variopinto abanico de vendedores y matraqueros y charleros que llegaban casi como una amenaza, no señor: el ponía orden y cordura: les corregía el lenguaje con ejercicios de respiración y modulación, les daba recomendaciones financieras, autoayuda y autoestima para los tramposos y drogos que subían a pedir con el trillado cuento de la necesidad, la operación de la abuela, el niño sin órganos, el recién salido de la cárcel, el pana que tirotearon, etc, etc, etc; revisaba las fechas de vencimiento de caramelos, cocosetes, y confites de contrabando: nada de amarillo numero 5, nada de agua o jugo de fabricación casera, en jarras sospechosamente llevados en un polímero marrónverde sucio transparente, no señor,¡primero la salud!


Mandaba a guardar gorras de marca, los celulares caros, prendas muy vistosas, por aquello de la tentación y el derecho plural de viajar con los choros, malandros y protomalandros o landros indecisos o primerizos. En cuanto a la música, era el padre del equilibrio ecléctico musical: hay para todos, decía, pero a bajo y agradable volumen. Prevenía las paradas con voz clara, precisa y servicial: nada de golpes al latón o de falsos e incómodos tuteos para salir o avanzar hacia las puertas o al pasillo central el cual era un espejo de lo limpio que lo mantenía. Aceptaba las prédicas, revisadas primero claro está, de los hermanos de diversos credos: Se aseguraba que esta no fuera ni muy fanática, ni muy confusa, en la máxima o mensaje final. Los cantantes y seudo poetas lo amaban, pues clandestinamente él les daba baladas originales de su propio puño y letra para mejorar los lugares comunes de despecho y letras demasiado entreguistas o antipatrióticas….


Sí, ese era Candidito, colector-caga palo de profesión; su padre fue colector, su abuela trabajó mucho tiempo en la línea Caracas –Valencia, sus primos suicidas y locos de las vías de Trincheras, la subida de Bejuma, la bajada de Choroní, la Peñita Guaica- Güigüe, y la recta de oriente, sin olvidar los barrancos del Tocuyo vía Guárico; su tía le envió una foto con Pedrito Guaya inaugurando junto a Chávez el viaducto de la Guaira, un domingo tempranito vía la playa… Ser colector, ese era su orgullo, su mundo… Pero aquella tarde noche, con llovizna y medio frío, Pablo “El Ferroso” y yo, fuimos testigo del cambio radical casi generacional, tiro al suelo del sistema, que le ocurrió a Candidito, cuando ella apareció en la parada de la Banaven y la vía hacia Luis García: él había visto miles, pero cuando te tocan, te tocan.


Era una morena de pelo desrizado de seguro, agarzada mas no famélica, pompis por supuesto nieta de costeña, labios bembita de pesgua, brazos de volibolista cubana, cintura avispa ofcourse, ojos grandotes ricamente delineados, uñas de gata, postiza claro; y lo que le mataba el mundo a nuestro personaje: el rictus, la cara de seriedad y el papo. Si el papo: los había probado algo, deseado muchísimo, pero aquello era una lomita de pitcher, una carretilla boca abajo, un capocito de volksvaguen que se veía tan serenito, delineado y dormidito, de seguro con labios de orquídea púrpura… ese día se cayó y no sintió las 17 ruedas e infinidades de pisadas que le pasaron por encima, perdiendo el dinero del día. Vió el catire que la esperaba en las puertas del metro una vez bajada en la parada de la Cedeño; vió su beso frio, malvado e indiferente de macho coje universitarias del sur… ese mamaguevo se va a jodé, lo voy a tumbá, se dijo… y desde ese día, cambió para siempre: nada de Candidito, ahora sería el Rubén, el Matón, nada de gallo: comenzó a tumbar los vueltos de 10 y 20 Bs., a meter gente como en barco negrero, martillaba todo vendedor, cero músicos, cero viejitas o niños, toda embarazada paga doble y por adelantado, además se paraba solo en las paradas full y se compró un yerro, para atracar en las otras camioneticas mientras se hacían las grandes colas, entre el metro, la redoma, el puente Bárbula, la Branger y los Samanes… Sí, aquella tarde noche perdimos a Candidito en la más plural y participativas parcelas del poder del capital espacial casi expresa en el submundo de una mina llamada ciudad.


Elu Suario Ford Ever

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