Hemos (desde el más plural de los sentimientos) sido inconsecuentes con los tiempos de cambio. La demanda de una nueva idea de revolución de pensarnos distintos, de visualizarnos distintos no ha sido saldada, esto imposibilita la conformación de verdaderas referencias de autogobierno, autogestión, independencia, autonomía, al punto que estos postulados no rebasan los linderos de lo posible y los tecnócratas y demás burócratas y negadores de sueños aprovechan para llamar a la cordura y a darle forma viable (por que para ellos el fin justifica los medios) a esta “revolución” a la que deberíamos empezar a ponerle comillas.
El más innecesario y ultrajante intento de minimización de lo que pudiera llamarse movimiento popular se está llevando a cabo desde las altas esferas del gobierno bolivariano; al convocar a un partido de masas (psuv). Nos preguntamos, ¿Qué son las masas? y al tiro me imagino un poco e pendejos tarareando una canción de Guns and Roses en el poliedro o lo mismo que un mitin multitudinario de nuestro presidente en el que la gente se rasca y se venden muñequitos del comandante y al final es Mendoza quien capitaliza la vaina vendiendo sus polarcitas. Y yo sin ser una vaina especial me considero distinto y pese a respirar el mismo aire, caminar la misma acera, utilizar el mismo metro, cagar igual de hediondo, depender del mismo sistema de consumo y tener las mismas necesidades me sé distinto; ¿Cómo encajar en esta propuesta homogeneizante; castradora de la pluralidad?
Sencillamente no hay espacio para planteamientos de nueva índole, estamos ante la conformación de una iglesia laica; una suerte de neostalinismo tropical donde se empieza a solidificar un sistema de cuadros; donde no necesariamente se pasean revolucionarios integrales, sino los hijos de algún guerrillero o de cantantes o de los, politiqueros de turno; y talquepinquepan y sas tenemos la juventud socialista de Venezuela
¿Entonces cómo se hace revolución dentro de la sociedad de consumo? Senda interrogante dígalo; y los tecnócratas y asesores o ascensores (arribistas) de qué servirían en una sociedad politizada altamente esclarecida en la discusión dispuesta a construir un mundo nuevo? No existirían, dejarían de hacer lo que hacen o serían aplastados por la furia implacable y despiadada del pueblo; es esa furia y ese sentir el que invoco; la historia nos ha demostrado que el Estado es ineficiente por naturaleza que su carga inherente lo hace incapaz de pasar por encima de la parálisis burocrática secular y que su naturaleza es elitista y hegemónica: ¿y los juntos los iguales los de a pie que debemos hacer?
“Perdamos todas las esperanzas, estamos todos en el infierno” a esta cita de la “divina comedia” yo le agregaría: El cielo está aún por ser construido; yo, tú, ella, él, Raquel y todo aquel somos sus albañiles.
Hacia el primer encuentro mundial de los ignorares
José Manuel Armas
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