sábado, 5 de abril de 2014

Editorial

Cuando la clase media desea suicidarse pero teme





La desde siempre aterrorizada clase media, clase ascensor, clase arribista, clase raspacupo, clase estudiosa buscando el viaje de gastos “cubridos” que los saque de la mina que tanto odian, profesionales para la explotación calificada, clase acostumbrada a ser explotada, resignada a repetirse eternamente como escalón, escalera, callejón, camino fácil, buscadora de la lotería que la saque de abajo, defensora de todo lo que la atormenta y roba, apoyadora de todas las sinvergüenzuras de sus amos como todo buen aspirante, clase con el horizonte en el norte francamente europogringo, clase celebradora de todos los eventos que la ayuden a evadir su eterna tragedia de tanto trabajar y no tengo na’, tanto trabajar y no tengo na’, merengue eterno de la billo que aún hoy le sigue amenizando sus fiestas junto con damirón y sus pianos merengues para que cada treintayuno de diciembre se caigan a coñazo porque el hijo de fulano está consumiendo cocaína o el otro marihuana o la hija se les fue preñada de ideas con el cayapo a fundar un conuco, cuando ambicionaba que con la inteligencia de la niña por fin saldría de abajo, acomodaticia a todo, a ellos les da igual ser chavista, que de izquierda, que de derecha o ultraderecha o de lo que sea con tal de que le ofrezcan llegar a ricos, clase repetidora compulsiva de todo discurso a la moda, consumidora de toda seudofilosofía, desde la estafa dianética hasta la santería, pasando por todas sus variantes, llámese jerbalay, quién se comió la vaca, ‘ta barato el quilo ‘e queso, Pablo Coehlo o el monje de la carretilla amarilla, en su búsqueda desesperada por la falta de afecto se conectan a toda propuesta por muy descabellada que parezca desde la inocua permacultura hasta las revoluciones de colores o psicodélicas o jipis, o primavera o árabe o cualquier mierda que fabrique en sus laboratorios y le venda el aparato de propaganda de las transnacionales de la cultura capitalista.

Un día se rasgaron las vestiduras por Fidel y el Che en la Sierra Maestra, y se disfrazaron con las franelas y las fotos del Che y con el patria o muerte venceremos en el pecho, después fue Allende y su música sureña y sus alamedas y su trova y tal y subieron a sacarse fotos con cuanta guerrilla anduvo por estos lados para terminar dándole la razón a los adecos y copeyanos en los setenta, enchufados en las muertas universidades y las castradoras instituciones culturales, medrando y rumiando su falta de oportunidades para hacerse ricos. Pero, eso sí, usándonos a nosotros los pobres como pretexto para justificar sus ambiciones, mientras que se rebuscaban con la música, la fotografía, la cultura popular, el folclor, el buen comer, el buen beber, el periodismo alternativo y la antropología de los careculpables que somos, con sus profesiones de engañapobre y cobro quince y último. Desde arquitectos, pasando por profesores, sociólogos, sicólogos, historiadores, politólogos, trabajadores sociales, hasta animadores, recreadores de cualquier vaina, incluidos patioebolas.

Para saciar su infinita hambre fastidian las decisiones del directorio revolucionario. Ya no le basta los mercales, las rutas nocturnas, las orquestas, el raspacupo, el estudio en China o Irán o Francia, Bielorrusia, ni las mil universidades, ni que les quiten de encima las cuotas balón, ni los créditos indexados, ni los carros iraníes, ni los dólares regalados para viajar y/o para malbaratar en bisuterías estúpidas de consumidor compulsivo, ni que les regalen apartamentos hasta para los hijos que aún no han nacido, ni que controlen todos los medios de información públicos para repetir todas las enseñanzas burguesas que aprendieron en las universidades públicas y privadas, ni los viajes a cuanto encuentro de salvadores del mundo se les regale, ni que les paguen todos los encuentros de poesías balurdas o música estúpida copiada del extranjero se les antoje, que nunca han podido reconocerse y aceptarse como tales y que en su prepotencia y ceguera profesional no se dan cuenta de que son ellos quienes intentan controlar y fastidiar todas las decisiones del directorio revolucionario del Estado, siendo ellos quienes instrumentalizan y retrasan todo los planes, son ellos quienes destruyen el diseño de las políticas públicas siendo ellos quienes deben ejecutarlas, son ellos la escuálida clase media disfrazada o no de chavista, quienes medran a la sombra del Estado que tanto critican, son los mismos que sueñan con que una fuerza extranjera saque a patadas a Maduro porque no les escucha, no les hace caso, es la misma que siempre condenó a Chávez, es la que hoy se da contra la pared diciendo “mi comandante supremo si estuviera”, es la misma que no encuentra cómo disfrutar sus viajes a mayamis floridas en su tabaratismo adeco copeyano de dame dos de nostalgia, o a su museo de las uvres. Es esa que no se percata que está ocurriendo una revolución que nos involucra a todos, pero no como dueños y esclavos, o para sustituir amos, sino para cambiar desnudamente en medio de la hoguera que habrá de incinerarlo todo para que otra cultura florezca.

Hoy, esta clase ‘ta barata dame dos de nuevo pide a gritos la cabeza de la revolución porque ya sabe que no le sirve, descubrió que no se haría rica en la revolución -aunque jamás iba a serlo-, que no asesoraría al gobierno de turno, que una vez más nadie la escucharía desde su prepotencia oculta de mandamás, de sabia de lo que ya se sabe, de anunciadora del pasado. Hoy se confabula como derecha y como izquierda para tirarle desde sus odios ancestrales piedras al gobierno, hoy se atrincheran en sus tiendas tenderiles de tenderos, en sus cuevas de sesudos intelectuales, en sus cenáculos de artistas, en sus rediles gremiales de todos los signos, en sus religiones de cuanto dios estúpido crean, en sus profesiones de inmaculada sabiduría, en sus escuelas y academias de mercenaría barata. De nuevo sus frustraciones le hacen explotar la bilis contra nosotros y el gobierno que siempre nos hemos dado.

Para estos arribistas de siempre, para esta chinche, como dijera Gorki, que anida en los colchones de la historia, un día hay que tumbar a maduro porque está vendido a las transnacionales y al imperialismo, y otro día, como Maduro enfrenta al imperialismo y a las transnacionales, entonces hay que tumbarlo porque es manosblanda contra los fascistas; todos los días un gremio diferente quiere tumbarlo porque no los complace, otro día son los sabios quienes en su incomprensión de no ser ellos los presidentes piden tumbar a Maduro porque no les acepta sus estupideces, otro día es una señora que culpa a Maduro en una cola de bancos de que ha colificado al país para igualarnos a los cubanos, a quienes está vendido; después hay que tumbarlo por autobusero, medio colombiano, obrero, porque no maneja bien el lenguaje del acomodado, del sabio, porque Cilia es su mujer, porque no es enmantillado, porque es salsero, porque lo puso Chávez, al que también siempre odiaron, vilipendiaron y trataron de banalizar y humillar con lo de zambo cuartelero, campesino pataenelsuelo, negro bembón.

Estos que se inventan una familia exitosa para mostrarla en sus casoríos o graduaciones universitarias ocultando su verdadero origen plebeyérico, hoy son más revolucionarios que nadie, o más fachos según su odio o ambición o estupidez mañanera, o el pie dolarbursátil con el que se levanten de la cama; estos esclavos estudiantes buscando ascender a profesionales que todavía no los explotan y ya les lamen las bolas a sus futuros e hipotéticos dueños, estos zombis drogados de odios, porque ambicionan ser ricos y no lo serán. Hoy son más escuálidos que los Bush o Rockefeller, hoy se confabulan con los peores asesinos y ladrones, hoy en nombre de nosequé cuántos movimientos sociales o cabezas de gallo, aplauden y alaban a sus amos, y no les importa que hablen en nombre de la izquierda o de la revolución, les da igual hacerles el juego al enemigo jurado del proletariado, su obtuso odio no les permite ver la hechura histórica de estos últimos veinticinco años, desde 1989.
Y esto ocurre porque en su fija ambición no se dan cuenta de que esta revolución no se hace para que ningún clase media (esté agremiada o no, colectivizada o no, inscrita en el partido o no) se encumbre como dueña, sino para desaparecer a la sociedad que nos mantiene como esclavos y amos, y por supuesto que la revolución es incómoda, ¿o es que se sabe de una guerra que no incomode?, ¿o es que la comodidad del reparto del botín por la burguesía en el planeta no nos ha cagado la vida durante más de quinientos años?.

Pues sépase de una buena vez: en muchos años no habrá comodidad para nadie como nunca la hubo para nosotros los pobres jamás, estamos en medio de las calles revolucionarias, y ellas están preñadas de sobresaltos. En cada centro comercial una sorpresa, en cada fábrica una angustia, en cada oficina de dueño una ansiedad, y eso debe saberlo todo revolucionario. Que nadie se mueva de su trinchera, tenemos una sola dirección y hasta que esa dirección no tuerza el rumbo allí debemos mantenernos firmes; lo demás es la vacilación clase media que tanto daño nos ha causado a los pobres; todos los proletarios vamos a nuestras calles, esquinas, callejones, escaleras y ranchos a pensar, vamos a reunirnos, vamos a buscar la mejor manera de cambiar las cosas, vamos a diseñar la política, aprovechemos el resquebrajamiento del capitalismo para crear nuestro propio pensamiento y no nos equivoquemos en el hacer del tiempo histórico.

Sepamos que hoy el enemigo intenta aprovechar las vacilaciones de la clase media para abrir brecha en nuestra monolítica unidad, cosa que no han podido lograr en estos veinticinco años de revolución. No olvidemos que en toda la historia somos los pobres quienes engrosamos las filas de los ejércitos y no le demos el gusto a los burgueses de volver a construir un ejército con nosotros a favor de sus intereses; no hagamos caso de las voces cobardes y odiantes de los dirigentes acomodados de la clase media, que viven muy bien de las rentas del Estado, ni la derecha ni la izquierda es nuestro norte; seamos chavistas, seamos pueblo, mantengámonos firmes con Maduro y con Diosdado: esos son nuestros verdaderos y únicos comandantes en este por ahora de definiciones.

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